Ahora que el mundo alojó su rotación en observaciones y medidas para el cuidado de la sociedad y el futuro de la economía, podemos avistar un extenso mapa donde nuestro país deja oír el desgarrador grito de cada una de las alarmas que supimos posponer todos estos años.

De esta manera se ponen en “jaque” cuestiones que, por costumbre, desinterés o falta de tiempo, pero no desconocimiento, son parte de nuestro día a día.

 ¿Hacía falta que el mundo entero pusiera un freno en sí mismo para tomar apunte sobre las condiciones de las villas?

Se pone de manifiesto las crisis de los sistemas carcelarios y también la brutal forma en la que se utiliza el transporte público. 

Como el “enemigo” no es visible y atenta contra la vida de todos y cada uno de los argentinos, estos gigantes trapos sucios arrinconados en la oscuridad y el olvido, están saliendo a la luz.

Esto hace que, la gente perturbada por estas situaciones exija sus derechos hoy más que nunca. 

Un minuto en la cárcel

La crisis en el sistema penitenciario es un problema múltiple que pocos funcionarios hasta ahora han tenido en cuenta, la población carcelaria viene superando su capacidad y rompiendo tablas de estadísticas año tras año. Un gran porcentaje de los internos ingresados no tienen condena firme, lo cual indica que, según nuestra Constitución Nacional, gozan del principio de inocencia. 

Motín y violencia en la cárcel de Devoto | La Opinión Austral
Motín en la cárcel de Devoto

De esta forma, la población carcelaria se acrecentó a pasos agigantados formando centros de hacinamiento insalubres y al borde del colapso, las cañerías de las cocinas se tapan, los baños no están en condiciones óptimas, los colchones se vienen transformado en colchonetas blandas y los pasillos atestados de suciedad y suspiros que terminan en estadísticas de causas de muerte donde el suicidio por ahorcamiento y heridas corto-punzantes pelean por el primer puesto. 

La definición de cárcel en nuestra Carta Magna es definida en su artículo 18 de la siguiente manera: (…) “Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquella exija hará responsable al juez que la autorice” (…) 

Esto da margen de conciencia ya que hay personas, algunas sin condena firme, que llevan una vida inmunda cada vez más corta y se violan sus derechos fundamentales sin pensar siquiera en una oportunidad de capacitación para una reincersion social. 

La Villa tambien es Buenos Aires: 

La Villa 31 de Retiro entre otras, no se aleja de uno de los centros de hacinamiento mas peligrosos para este momento. Hoy, con alrededor de 237 casos el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires pone en marcha medidas de urgencia ya que una semana atrás, el agua, primer elemento de higiene para confrontar el virus en los hogares fue escaso. 

Estas noticias son claras y estan a la vista ya que se popularizó el hecho de esquivar centros de hacinamiento y estar atentos a ellos dado a que son un importante eslabón para controlar la sociedad y aplanar la curva de contagios. 

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Villa 31 en Retiro

Pero durante el año el agua en la Villa también es escasa, mientras que las cañerías se tapan, los niños y niñas duermen bajo cuartos en peligro de derrumbe, los jóvenes carecen de educación sexual integral y los femicidios crecen exponencialmente. 

Por ello, más allá de los testeos, debemos tener en vista que la Villa también es Buenos Aires durante todo el año.

Es un buen momento para ponernos el tapaboca en la barbilla y no en los ojos. 

Un viaje más en lata: 

Los medios públicos de transporte más usados en la Ciudad de Buenos Aires, tren, colectivo y el subte son hoy puntos casi estratégicos de contagio. 

No hace falta aclarar que es un placer viajar en tiempos de pandemia pero…  ¿por qué romantizamos este momento de fuerza mayor?… 

Desde el colectivo que se transformó en un escenario, para aquellos que interpretan a “personas que duermen” para no dar lugar a señores y señoras mayores, a personas con hijos o embarazadas, hasta el conductor que corre encerrando a quien se atraviese en su camino.

Metros más abajo el subte, muy parecido a lo que es una lata de sardinas, viajamos hacinadas miles de personas por día donde mientras el que se baja en “Bulnes”, aspira el aliento matutino del que se baja en “Scalabrini Ortiz”que sin ninguna impunidad justificado por el poco espacio, se apoya de manera obscena sobre la joven que quería bajar en “Agüero” y no pudo por la avalancha de gente que sin pedir permiso bloqueó la salida entre mochilas, desodorante gastado y cable de auricular. 

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En tanto en la superficie, el tren también parece que transporta ganado debido a que solo falta un guarda que se encargue de acarrear a la gente como sucede en Japón ya que es una imprudencia la cantidad de personas que van hasta colgadas para poder llegar a su casa o al trabajo mientras algunos profesionales de lo ajeno con tan solo dos dedos se encargan de llevarse objetos de valor de los bolsillos, mochilas o carteras de la gente. 

La Ciudad de Buenos Aires es una jungla de asfalto, en donde nuestro Presidente incita a que se termine la “Argentina de los vivos” pero para ello aún falta mucho. 

Mientras tanto, es un buen momento para preguntarnos: ¿Hacía falta una pandemia para empezar a considerarnos seres humanos? 


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