EL GIGANTE ENTERRADO
El gigante enterrado de Kazuo Ishiguro

por Alejandro Lagreca

Nunca me abandones, once años atrás, había generado más de una controversia en los dominios de la crítica. Distopía para unos, obra de ciencia ficción para otros, la novela era difícil de ubicar en el marco de la narrativa del propio autor y en el contexto de la literatura contemporánea, en especial de la inglesa. Ahora, con El gigante enterrado, reviven las dificultades que genera el derrotero literario de Kazuo Ishiguro, zigzagueante pero sólido en el terreno estilístico.

La memoria perdida atraviesa la novela, acompañada de una voz narrativa con guiños de oralidad medieval. Los motivos literarios del viaje, la búsqueda y el postergado reencuentro son el motor de este singular regreso a las grietas del ciclo artúrico. La fusión de tradiciones orales y mitos del interior y del exterior de la saga caballeresca delinean el periplo de una pareja de ancianos que, entre las ilusiones y el temor, sueñan con recuperar un hijo que los acerque a sus recuerdos. La niebla casi imperceptible que exhala con su aliento el dragón hembra Querig produce la amnesia generalizada, sostén de una convivencia apaciblemente artificial entre los viejos británicos y los anglosajones.

EL GIGANTE ENTERRADO
EL GIGANTE ENTERRADO

Maestro de la ambigüedad y la polisemia incrustadas en la acción misma, Ishiguro trajina personajes en amable pugna. Algunos sostienen la impostura legendaria, otros luchan con inasibles recuerdos junto a los más aguerridos, que responden a una certeza ancestral. Viajes, altos en el camino y aventuras los acercan al destino inexorable: Querig y Caronte. Mientras tanto, asoma la desilusión del viejo esplendor soñado. La decadencia del reino de Arturo no empezó con la infidelidad de Ginebra y Lancelot, aburridos por la aridez de un mundo perfecto, justo y redondo. Fue la caída irremediable de una hegemonía forjada en acuerdos engañosos, felonías, miserias del honor y disimuladas esclavitudes. He aquí los indicios de los chispazos de la memoria.

Párrafo aparte merecen Querig y el barquero. La primera entronca en la tradición medieval, pero no es el monstruo que siembra el miedo y somete; envejecida y confinada, es rehén de un artificio. Su mortal liberación es parte del lirismo que desde los intersticios del relato desgaja Ishiguro. Caronte es un forastero en el medievo. Préstamo del Hades griego, aquí es implacable con la memoria y el proceder humanos. Suave y firme, persuade y acompaña. No es el barquero que recibe la moneda de los muertos, es la oportunidad ineludible de ver lo que hemos sido y aceptarlo antes de seguir, sin lastre, el viaje.

Ni novela histórica ni experimento para solaz de medievalistas lúdicos. Tal vez sólo una narración sin artificios estructurales que entorpezcan los claroscuros, los cruces entre tradiciones y las constantes humanas. Quizá una propuesta para acercarse otra vez a la distopía, para imaginarla sin armaduras ni caballeros, sin dragones o nobles, para hallarla en la aspereza contemporánea.

El gigante enterrado. Kazuo Ishiguro. Traducción de Mauricio Bach. Anagrama, 2016. 364 págs. http://telegra.ph/El-gigante-enterrado-03-23

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