Por Gabriel Eiriz
La vicepresidenta Cristina Kirchner, patrocinada por Graciana Peñafort, responsable de Asuntos Jurídicos del Senado, lanzaron un litigio estratégico que logró blindar las decisiones que salgan del Parlamento en formato virtual. Es decir, las sesiones que se realicen via teleconferencia serán tan válidas como las presenciales.
Si bien el máximo tribunal rechazó el pedido de certeza presentado por la presidenta del Senado respecto de la validez constitucional de las sesiones remotas, tácitamente dejó en manos de ese cuerpo la decisión de cómo sesionar ya que confirmó que tiene su propio reglamento y debe ser ese cuerpo el que decida de qué manera lo hace.
«Listo! Salió el fallo de la Corte. El Congreso de la Nación ya puede sesionar virtualmente y nadie podrá cuestionar esa modalidad para la sanción de las leyes. Fin… Saludos a todos y todas», lanzó Cristina esta mañana en sus redes sociales, saludando la decisión del supremo tribunal.
La decisión tomada anoche por los ministros Carlos Rosenkrantz, Elena Highton de Nolasco, Juan Carlos Maqueda, Ricardo Lorenzetti y Horacio Rosatti resolvió que el Senado de la Nación tiene las atribuciones constitucionales para interpretar su propio reglamento en cuanto a la manera virtual o remota de sesionar, sin recurrir a la Corte.
Tal como lo dejó claro Peñafort, «perdimos la acción, ganamos la certeza que fuimos a buscar. Con una estrategia de caso que tiene 217 años. Porfien todo lo que quieren, la sesion virtual quedo blindada».
De esta manera, pese a que los medios hegemónicos quieran hacerle creer a la sociedad que Cristina sufrió una derrota jurídica, obtuvo una rotunada victoria política. Lo que realmente sucedió es que se cumplió el objetivo que perseguía la presidenta de la Cámara Alta: evitar que una vez que salgan leyes del Parlamento en el marco de la cuarentena, con sesiones remotas, nadie pueda cuestionar a futuro la constitucionalidad de la norma en virtud del método utilizado para debatirla y aprobarla.
Aquí hay que hacer hincapié en la discusión por un impuesto extraordinario que pagarían las grandes fortunas del país para ayudar a combatir el coronavirus. Gravamen rechazado de plano por los hacendados argentinos, que pese a tener recursos para surfear 5 pandemias, no quieren colaborar con quienes hoy no tienen para comer, pese a los esfuerzos del gobierno en asistirlos.
Queda claro, para cualquier lector desprevenido, que la expresidenta juega en otra liga. Una que está varias cabezas por delante del resto. Mientras todos miraban la forma, Cristina se aseguró el fondo. Fin de la cuestión.