Nuestra Republica Argentina desde el fondo de la historia demostró ser un país valioso, aguerrido y valiente -al menos en sus expresiones populares-. En efecto, corrimos a los ingleses por primera vez cuando pretendieron saquear el puerto allá por los años 1806 y 1807 y, por segunda vez, en la Vuelta de Obligado (40 años más tarde) cuando querían saquear nuestro patrimonio. Les dimos batalla a los españoles de manera seria y contundente con gestas emotivas, como fuera el éxodo jujeño y el traspaso de los Andes efectuado por un general asmático; enfrentamos guerras civiles durante casi veinte años por resistirnos a la hegemonía de un poder central metropolitano que solo creía en el negocio del contrabando y del puerto.
Salvo cuando nos gobernaron los conservadores y la derecha liberal, dimos un ejemplo al Mundo y a América, como fue el voto universal secreto y obligatorio, a lo que le siguió la reforma universitaria de 1916 y las expresiones populares que resistieron actitudes explotadoras impuestas esencialmente por “la ley del mercado”.
Hubo otro interregno del cual tampoco podemos sentirnos orgullosos, que fue la llamada Década infame: década que fue rápidamente subsanada por la expresión popular que se dedicó exclusivamente a extender los derechos de los más necesitados. Luego vino otro interregno que, en nombre de la libertad y la república, se ocuparon de implantar la inquisición en la Argentina diciendo qué cosas se podían decir y qué cosas no pero que, en lugar de hogueras, utilizaron pelotones de fusilamiento. Y, a partir de ahí, nuestro pueblo se ocupó de implantar la heroica resistencia durante 18 años, mediando el Cordobazo, Trelew y otras gestas que evidenciaban valentía y compromiso, pero, por sobre todas las cosas, CONVICCIÓN.
Luego de una primavera popular muy corta, se experimentó en nuestro pueblo -como “conejillo de indias”-, el llamado Plan Cóndor, y ahí nuestra resistencia fue mucho más sangrienta. Nuestro pueblo lo pagó con 30 mil desaparecidos y más de 500 bebés robados. Venían a quedarse para siempre, pero a los 7 años los echamos a patadas (recordar que Chile tardó 20 años, Paraguay más de 30 y España casi 40).
Luego de 20 años de “vaivenes” transitando entre la socialdemocracia y una especie de neoliberalismo populista ingresamos, por fin, en nuestra historia, a la Década Ganada, cuyo punto más álgido fue el del bicentenario que, contra todo pronóstico, movilizó a 6 millones de personas sin que “se haya roto un vaso o caído un plato”: 6 milllones de personas festejando una fecha patria, con sus hijos, con sus nietos, cuyo denominador común era la alegría; fecha patria, que se encontraba totalmente correspondida con el presente que se vivió en ese entonces.
Es cierto que tuvimos otro pequeño interregno que, para la gran mayoría de nuestros compatriotas, constituyó una verdadera pesadilla. Esta vez, una porción del pueblo se equivocó, pero tenía derecho a equivocarse: se les prometió que iban a vivir un poco mejor, se les prometió que se iba a mejorar un poco más la calidad de vida que venían teniendo los argentinos a lo largo d ellos últimos 10 años, que no se iba a tocar lo que estaba bien hecho -que era mucho-, y la gente acompañó. Acompañó porque nuestro pueblo no es un pueblo desconfiado, es valiente y tiene buena fe; por eso cuando se dio cuenta de la mentira y del negociado (que, no solo había hecho “la derecha” sino además que fue posible gracias a la colaboración de los medios monopólicos de comunicación y de “la justicia”), los echó a patadas en la primera oportunidad que tuvo; y la paliza electoral que sufrió “la derecha” en agosto del 19 fue otra gesta histórica: se ganó por 20 puntos de distancia haciendo campaña con un auto destartalado contra los trolls, contra el Big Data, contra los medios de comunicación obscenamente propagandísticos del statu quo, contra con 44 mil millones de dólares del FMI para “bancar” esa ostentosa campaña de “la derecha”, contra el poder judicial procesando a diestra y siniestra a cuanto líder popular pudiese estar en el banquillo. Esa gesta histórica tuvo la misión de poner en marcha un país retrasado moral, cultural y económicamente durante los últimos 4 años. Y, cuando estábamos en eso, tuvimos que enfrentarnos a la pandemia más voraz el último siglo y, si no hubiera sido por “la derecha” mentirosa, obstruccionista y desagradablemente contradictoria, habríamos enfrentado esta pandemia con menos muertos y menos infectados.
En ese escenario y con todo lo que llovió, volvimos a resistir no ya contra un gobierno, sino contra los poderes hegemónicos y concentrados de nuestro país. Y es en ese marco que resolvimos el problema de la deuda, nos ocupamos de la oferta y de la demanda,
Atendimos la salud de nuestra gente como prioridad y como emblema, nos ocupamos de nuestros viejos, nos ocupamos de nuestra ciencia, conseguimos la vacuna y, contra todo pronóstico, nuestras mujeres consiguieron que se aprobara la ley de despenalización del aborto voluntario: no somos un país de mierda, somos un país increíble donde hay gente de mierda con mucho poder.
Por eso, quienes piensen que “somos un país de mierda”, seguro es porque se están mirando en un espejo.