Mauricio Macri, Agustín Zbar y Germán Garavano

La causa por el atentado a la AMIA se las trae. Más temprano que tarde muchos de los que hoy escriben ríos de tinta buscando vincular al kirchnerismo, y en particular a la expresidenta Cristina Kirchner en una ficcionada maniobra para desligar a los acusados iraníes del peor atentado sufrido en nuestro país, que se cobró 85 vidas en la voladura de la mutual judía, podrían terminar más complicados de lo que se imaginan.

Ciertamente, Elisa Carrió tiene mucho que ver en todo esto. Ella promovió el nombramiento del exsenador radical, Mario Cimadevilla al frente de la Unidad Especial de Investigación del Atentado a la AMIA. Lo hizo seguramente pensando que tras una profunda investigación, todos los funcionarios del gobierno anterior quedarían manchados por un nuevo encubrimiento. Pero el resultado fue, como ya es costumbre, al revés. Cimadevilla descubrió que los verdaderos encubridores del encubrimiento se pasean por los pasillos de la Rosada y también por la DAIA y la AMIA.

Elisa Carrió y Germán Garavano

Como suele suceder con Carrio, ella dispara la bala, pero nunca sabe donde terminan las esquirlas. La promoción de Cimadevilla a cargo de la Unidad Especial de investigación al atentado a la AMIA terminó con una intervención donde se acusó de encubrimiento al presidente Mauricio Macri, su ministro de justicia Germán Garavano y la cadena de encubridores podría llegar a los directivos de la AMIA que negociaron con Garavano un manto de impunidad para los dirigentes comunitarios acusados junto con el ex Juez Juan José Galeano y los otrora superiores del fiscal Nisman, Eamon Mullen y José Barbaccia. De hecho, el documento que el ex senador le presentó al presidente. Habla de una Unidad Especial de Encubrimiento’ y carátula la investigación como INFAMIA

Cimadevilla señala que “tanto Estados Unidos como Israel prefieren que persista el manto de dudas sobre los iraníes, a que realmente se avance a fondo para conocer si realmente tuvieron algo que ver”.

Agustín Zbar y su íntimo amigo, el presidente de la CSJ, Carlos Rosenkrantz en la Cena anual de la AMIA – Foto Emmanuel Fernández

Agustín Zbar, eyectado presidente de AMIA (pidió licencia por tiempo indeterminado luego del escándalo por la carta donde pedía a la cúpula de la DAIA que desista de la querella contra la expresidenta en la causa Memorándum), un hombre que quienes lo conocen lo señalan como ambicioso, soberbio e impetuoso. Esas cualidades fueron repotenciadas por la llegada a la cabeza del Poder Judicial de su amigo íntimo Carlos Rosenkrantz, a quien presenta como el primer juez judío de la Corte Suprema, siendo que Zbar, adherente a las ramas ortodoxas del judaismo, sabe perfectamente Rosenkrantz no cumple con la ley del vientre materno para ser un judío de «ley». Pero a Zbar y al gobierno los atormenta el boomerang del tema AMIA al que quieren bajarle los decibeles a toda costa y no por un repentino kirchnerismo sino por salvar la propia ropa.

Es que Garavano es consciente que si bien puede tapar por el momento la difusión mediática de la denuncia de Cimadevilla, ante un futuro cambio de gobierno podría cumplirse la profecía de Cristobal Lopez, cuando en ocasión de una visita del Ministro de Justicia a la cárcel de Ezeiza le dijo que pronto iban a ser compañeros. Zbar es consciente que negoció con Garavano y Abruj la impunidad de Rubén Beraja y el fiscal Eamon Mullen y que esa situación lo puede dejar tras las rejas.

El propio Zbar tuiteo orgulloso en su cuenta personal que sería padrino del hijo de Federico Morgenstern, el letrado penal de Rosenkrantz y autor del 2×1

Esto lo corroboró con su amigo Carlos Rosenkrantz, quien pidió a Federico Morgenstern, letrado de Rosenkrantz, autor del 2×1, un memorándum que fue lapidario para la suerte de Zbar, que imaginó para sí dejar el próximo año la conducción de la AMIA e incorporarse al gabinete de su amigo presidente de la Corte Suprema de Justicia.

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