Amnistía Internacional denunció en su primer informe sobre agresiones a periodistas y defensores de los derechos humanos, en particular su portavoz en Argentina, Mariela Belski, fueron blanco de ataques en Twitter a través de acciones coordinadas desde cuentas con información falsa que resultaron amplificadas por referentes oficialistas en esa red social.

Los ataques, según la organización, se produjeron por medio de «voceros oficiosos, los formales y los informales», que difunden y reproducen información falsa (fake news) atacando a personas.

«Cuando la agenda que cubre un periodista es incómoda para el oficialismo el volumen de las acciones contra el periodista crece»

La entidad, que inscribió al fenómeno dentro de una tendencia mundial creciente de campañas de acoso virtual que son motivo de preocupación desde la perspectiva de la defensa de los derechos humanos, dijo que en Argentina existe «una alta actividad de cibertropas vinculadas discursivamente al gobierno nacional que tenían por objetivo atacar o deslegitimar el discurso de periodistas o referentes de derechos humanos».

En relevamiento analizó 354.000 tuits publicados entre el 22 de octubre y el 14 de noviembre del año pasado, cuando la agenda pública estaba concentrada en temas de derechos humanos y justicia, como la muerte de Santiago Maldonado.

En el texto se alerta sobre la conformación de las denominadas cibertropas: «El método utilizado en la Argentina combina la acción de cuentas personales de referentes políticos, trolls (cuentas cuyo registro violento bloquea el debate y desvía la conversación), bots (cuentas parcial o totalmente automatizadas en sus interacciones) y seguidores regulares».

Los autores mencionan una decena de cuentas como las principales referentes de estas acciones, entre las cuales incluyen a la del diputado Fernando Iglesias y la del periodista Eduardo Feinmann.

Los casos de Fernando Iglesias (@FerIglesias) y Eduardo Feinmann (@edufeiok) merecen destacarse porque son destacadas figuras de generación y reproducción de mensajes intimidantes y de noticias falsas, a la vez que desempeñan un rol institucional como diputado por la gobernante Alianza Cambiemos, en el primer caso, y un rol público como conductor de programas de opinión e información en radio y televisión en emisoras que la ley califica como de “’interés público’, en el segundo caso».

El procedimiento de agresión suele contar con la intervención de agentes de diferente rango, algunos de los cuales funcionan como habilitadores y otros como replicadores, dijo el estudio, en el que trabajaron académicos como Martín Becerra y consultores como Luciano Galup.

El estudio dijo además que la metodología usada para los ataques virtuales necesita de figuras autorizadas como agentes de pasaje del disenso y el debate «hacia la agresión personal y el abuso» y cuenta con «cibertropas que sincronizan actividad tanto voluntaria como automatizada».

«Una vez identificado el objetivo de escarnio se producen ataques en escala donde actúa un número de cuentas anónimas, bots (robots) y perfiles que se activan, en algunos casos como células dormidas, al sólo efecto de participar de la agresión, en lo que puede denominarse ‘efecto carroña’ o ‘trolling'», aseguró.

El número de acciones que desarrollan estas «patrullas automatizadas y semiautomatizadas» es muy elevado, consideró AI, y agregó que en algunos casos supera la cantidad de interacciones de cuentas de personales reales.

Además, indicó que la intensidad en los ataques a los periodistas varía según su agenda de trabajo.

«Cuando la agenda que cubre un periodista es incómoda para el oficialismo el volumen de las acciones contra el periodista crece» y las «agresiones en las redes sociales» se intensifican, concluyó.

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