Pilar Safatle – Infobae
A partir de que el debate sobre la legalización y despenalización del aborto se erigió como reclamo protagonista del movimiento feminista y llegó al Congreso, el tema monopolizó las redes sociales, incluso al punto de opacar por momentos la previa del Mundial. La discusión se hizo ineludible en todas las mesas familiares y los pañuelos verdes -y celestes- recorren las calles por montones anudados en bolsos y mochilas.
Del «lado verde», las «pibas» de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito están fervorosas: muchas hicieron 20 horas de vigilia frente al Congreso, otras tantas tomaron sus colegios y, ahora, cada vez más eligen llevar permanentemente en la piel los símbolos de su reclamo. Muchos todavía están cicatrizando.
Ailín (20), por ejemplo, no tenía tatuajes ni pensaba hacerse uno nunca. Sin embargo, ahora lleva en su brazo el dibujo de un cuerpo de mujer con hojas que brotan de su cuello, adornado con un pañuelo verde como el de la campaña. Abajo dice: «Mi cuerpo, mi decisión».
«Nunca estuve muy de acuerdo con los tatuajes», cuenta a Infobae la joven, que estudia Ciencia Política. «Nunca sentí que un dibujo me pudiera gustar tanto y tanto tiempo, pero me di cuenta que con esto no voy a cambiar nunca de parecer. El aborto tiene que ser legal, es lo más justo», dice. «Y por temas personales, además, siento la causa más propia. El tatuaje fue como una promesa».
Pero ella no es la única. Isabel Gruppo, por ejemplo, es tatuadora y el día que la media sanción del proyecto fue una realidad se emocionó tanto que publicó en sus redes: «Tatúo corazones verdes gratis».
«Lo hice pensando que con suerte venía mi hermana, dos amigas y me hacía uno yo», dice. Pero terminó haciendo más de 70 a mujeres de todas las edades e incluso dos a hombres. «Recién hace unos días terminé de responderle a toda la gente que me escribió en ese momento».
«Las primeras chicas venían directo desde el Congreso, de haber estado toda la noche haciendo la vigilia», cuenta. Muchas clientas le manifestaban que, al no poder estar por distintos motivos en las calles, encontraban en el tatuaje «otra manera de comprometerse».
«Yo le iba preguntando a la gente que fui tatuando por qué decidieron hacérselo y recibí respuestas muy diferentes. El rasgo común es que todos consideraban que era un hecho histórico, que nosotros estamos haciendo historia y ellas querían llevarse el recuerdo, la marca en la piel de que participamos de este momento», explica Isabel.
«También me llamó la atención que para muchos era el primer tatuaje, entonces es algo que trasciende la cuestión estética», dice. «Muchas sienten que es un modo de abrir el debate en su espacio y su entorno. Una chica me dijo que se lo tatuaba en la mano porque su familia estaba en contra de la ley y era una manera de enfrentarse sin la palabra«.
Paula (27), periodista y estudiante de Derecho, decidió en febrero de este año tatuarse junto con su mejor amiga el pañuelo de las Madres de Plaza de Mayo en la muñeca. Era sólo eso, pero el boom de la campaña por el aborto legal la llevó a tomar la decisión de renovarlo.
«El 8M por primera vez nos lo pintamos las dos con una fibra», cuenta. Sin embargo, ese «juego» que repitieron el 3 de junio (el día de la movilización de Ni Una Menos) y el 13 cuando se debatió en Diputados se transformó en una promesa: si sale la ley, dice Paula, se pinta el tatuaje. «Aunque si no sale me lo pinto igual», se corrige.
«Creo que muestra que antes y ahora fuimos y somos las mujeres las que estamos dando las conquistas sociales más revolucionarias del último tiempo», explica sobre el significado de la intervención. «Es como un homenaje a las que nos impulsaron y nos enseñaron y un homenaje a las que somos ahora, que aprendimos de ellas».
«El aborto es también una forma nuestra de decir Nunca Más. Nunca más a una muerte aborto clandestino pero también nunca más a la opresión de nuestras libertades y sobre nuestro cuerpo». Y agrega: «Algún día le voy a explicar a alguien de otra generación qué son esos dos pañuelos. Espero que un día no sigan siendo símbolo de lucha sino que esa lucha ya esté saldada: que los nietos que faltan estén encontrados y el aborto sea legal».
El de Milagros (29) es un caso particular. A diferencia de todas las chicas que decidieron tatuarse a partir de la explosión del proyecto de ley, ella luce el pañuelo en su nuca desde hace dos años. Durante este tiempo le preguntaron miles de veces qué era.
También tiene otros cuantos tatuajes feministas: el símbolo del feminismo con el puño, la mujer obrera, un dibujo de ella misma en su versión «empoderada», el ciclo menstrual, unas manos que simbolizan los ovarios y en su pierna se lee: «La revolución será feminista o no será». En cada movilización, cuenta, le sacan fotos por todos los diseños que lleva. «A veces me genera algún que otro problema. Pero bueno, es lo mismo que llevar el pañuelo en el cuello».
«Yo empecé a militar el feminismo cuando fui mama», dice. «En el momento que yo quedé embarazada no era deseado. Pero recibí presión de muchas personas, principalmente del progenitor, seguí adelante y finalmente pude reconciliarme con mi embarazo. Hoy la ejerzo responsablemente y doy todo lo mejor pero soy consciente de que la maternidad tiene un montón de cosas que no están buenas. Si el aborto hubiera sido legal en ese momento hubiera podido elegir más libremente«.
Carlos Acevedo es un tatuador venezolano que trabaja en Quito, Ecuador. Una viajera argentina lo contactó en un hostel la semana que salió la media sanción y le pidió si podía armarle el diseño de una mujer con un pañuelo que tapara su boca. Que sea verde.
Mientras la tatuaba, Carlos le preguntó por curiosidad a la joven argentina qué significaba el dibujo, porque ya le había llamado la atención que ella también andaba con el pañuelo. Carlos se enteró entonces lo que estaba pasando en Argentina con el debate sobre el aborto a través de su clienta y lo público sorprendido en sus redes.
Sara (37) se fue a tatuar en su pierna el pañuelo verde en las últimas semanas. «No me lo hice porque está de moda», aclara antes que nada. «Yo defiendo la causa desde que tengo uso de razón. Siempre fue un tema que me preocupó y además en mi adolescencia tomé la decisión de que no quería tener hijos», dice. «Yo me cuido y me informo pero también soy consciente de que no todas tienen esa posibilidad. No quiero que ninguna mujer tenga que pasar por un aborto y, si tuviera que hacerlo, me gustaría que no corra riesgo su vida».
Para ella, llevar el pañuelo es una responsabilidad: «Es como llevarlo en la mochila. Tenés que estar preparada para responder, hay que hacerse cargo y defender tu postura. Llevarlo te da la obligación de empoderarte más todavía y estar preparada para defenderte«.
Julia (24), tenía ganas de hacerse un tatuaje de la temática porque inició hace poco un proyecto personal y trabaja en un local que no puede dejar para ir a las marchas. Un día le propuso a un amigo suyo que está aprendiendo a tatuar que le hiciera el primero a ella y que sea el pañuelo de la campaña: «Me pareció una ocasión perfecta, súper lindo juntar esas dos historias, la luchas por nuestros derechos y lo importante que era para él hacer su primer tatuaje. Fue muy emotivo para los dos».
Luciana (36) lleva uno de los tatuajes más recientes y con mayor repercusión. En su nalga derecha tiene una Venus de Milo verde, como de gelatina, que remite a un famoso capítulo de Los Simpsons donde se trata la temática del abuso y el escrache. A partir de ese ícono nacieron frases (por ejemplo, «yo decido quién me toca la jalea») que devinieron en carteles, remeras y tatuajes. La diferencia de la que ahora está en su piel es que lleva el pañuelo.
«Lo de la jalea tenía ya la idea hace un tiempo, incluso sabía la zona, y después hablando con un amigo, como yo estoy recontra a favor de esto, me pareció que estaba bueno agregarlo», cuenta. «Yo tengo dos hijas y quiero que ellas puedan tener decisión sobre su cuerpo».
Cuando su tatuador Franky compartió la imagen en su cuenta Instagram, otra de alcance mundial que recopila todo tipo de tatuajes de Los Simpsons la compartió y la publicación se llenó de comentarios de chicas argentina explicando de qué se trataba el pañuelo. «No pensábamos que iba a tener una repercusión tan grande», dice Luciana.
Delfina (21), estudiante de Sociología, militaba hasta hace tres años en la Iglesia. Con la primera manifestación por Ni Una Menos, sin embargo, cambió totalmente su forma de pensar y se supo feminista. Ahora hace ya una semana que lleva en su piel un diseño alusivo: un puño levantado, con el pañuelo verde característico en la muñeca y rodeado por una corona de laureles, de gloria.
«Esta es hoy la lucha más importante del movimiento feminista», dice. «Aunque sean 300 o 30 mujeres las que mueren a mí no me importa. Son pibas que mueren por la hipocresía de la Iglesia y de los que después pagan 30 lucas y abortan igual».
Jan Cría Cuervos es una tatuadora que, hace algunas semanas, organizó un Tattoo Flash Day (un día dedicado a tatuajes de diseño exclusivo y rápida concreción) que se llamó ALBOROTADORXS y se hizo completamente a beneficio de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, con la participación de otros artistas.
Un amigo cercano de ella está desde el comienzo en la Campaña y eso la hizo sentirse parte siempre. «Sentí la necesidad de hacerme cargo de mi postura», cuenta. «Fueron 13 años en esta lucha, de golpe salir y ver tantos pañuelos verdes o ver que alguien fuera de la campaña se tatúa el símbolo fue muy fuerte».
«Se generó una energía hermosa, un ambiente de alegría, todos colaboraron en lo suyo y salió muy lindo», dice. «Se hicieron tatuajes con diseños preparados por los artistas para el evento y los elegidos fueron los que tenían el símbolo del pañuelo de la campaña y otros que expresaban un rechazo al machismo. La gente vino muy decidida«.
María Emilia (28) fue una de las que asistió y se fue con un diseño en su brazo izquierdo. «Yo ya venía pensando en que quería un tatuaje, más allá de que voy a las marchas siempre. Pero necesitaba llevarlo más conmigo y cuando llegué al Flash vi ese diseño con las cadenas rotas y me pareció un símbolo de libertad total», comenta a Infobae la joven, que es fotógrafa y cineasta.
«Quiero llevarlo para siempre conmigo para mostrárselo a todo el mundo que pueda. Ahora tengo pensado hacer un viaje y quiero poder mostrarlo, llevarlo en alto», explicó y contó que no le importaba que no hubiera ni siquiera salido la media sanción cuando se lo hizo. «Ya era un hecho histórico y yo quería llevarlo conmigo«.
A Dafne (28), que está a punto de recibirse de médica, le alcanzó lo que pasó en las calles el día que Diputados otorgó la media sanción para tomar la decisión del tatuaje. Ahora lleva en su brazo un recorte de la famosa «Gran ola de Kanagawa» en color verde, que es tan reciente que ni siquiera terminó de curarse.
«Representa la ‘marea verde’ que arrasó el congreso el 13 de junio: ¡más literal imposible!», dice. «Y, si bien es el color de la campaña, lo que me motivó fue ver tantas personas movilizadas por un derecho, ejerciendo su poder como pueblo en las calles».
«Estuve ahí y me sentí menos sola que nunca, me abracé con minas que no conocía, compartí emociones enormes con gente que lucha por lo mismo que yo y creí que era un momento histórico digno de ser llevado en la piel«, concluye.
Las consultas se multiplican, los diseños -más literales o más metafóricos-proliferan y la adrenalina de la inminente llegada de la ley al Senado mantiene vivo el deseo de muchas manifestantes a favor de la legalización de llevar el reclamo puesto para siempre bajo la piel. Aún si la ley no se aprobara, el reclamo para ellas continúa. Firme e indeleble.