Por Gabriel Eiriz @gabrieleiriz

Esta semana asistimos a lo que será una nueva etapa en la campaña del macrismo para horadar la imagen del candidato a presidente del Frente de Todos, Alberto Fernández. Lo que inicialmente se configuró como un episodio aislado, citarlo como testigo en el marco de la causa por el memorándum de entendimiento con Irán -en una clara maniobra para dejarlo pegado al caso y exponerlo en los medios-, se transformó involuntariamente -a partir de la irrupción y el acoso de la periodista de Clarín, Mercedes Ninci- en una estrategia que se prolongará a lo largo del tiempo.

Sucede que el laboratorio del Pro detectó que Alberto está atravesando días complicados producto de la campaña. Lo tiene cansado y un poco de mal humor. Esto desencadenó un desencuentro con la prensa que el macrismo supo capitalizar de inmediato. La jefatura de Gabinete, a cargo de Marcos Peña, puso en movimiento lo que será un acoso permanente y un hostigamiento sistemático en busca de «soltarle la cadena a Fernández». El objetivo es exponerlo ante los medios como un «cabrón» parecido a quien ellos sindican como enemiga del periodismo, Cristina Kirchner. La expresidenta, si bien es la líder de su espacio y la dueña de los votos, ha sabido correrse a un costado para permitir que un dirigente del calibre de Alberto encabece la formula y pacifique la tan mentada «grieta». Este peligro inminente para el oficialismo, que había delineado toda la campaña para confrontar con la senadora, obligó a Duran Barba y al propio Peña a improvisar la campaña con otros métodos non sanctos.

El pasado miércoles Fernández tuvo primero el encontronazo con Ninci en Comodoro Py, que luego motivo un mensaje del exjefe de Gabinete a la periodista para aclarar los tantos. Luego otro de similares características con un cronista en Córdoba y posteriormente una apretada de mal gusto del intento de periodismo que hace Johnatan Viale en Radio La Red.

El compilado de Animales Sueltos donde muestran el supuesto «día de furia» de Alberto Fernández

Según pudo reconstruir este medio, tras consultar fuentes del oficialismo y colegas de la prensa, la estrategia es simple: en cada provincia, ciudad o medio «amigo» que visite Fernández, se buscará deliberadamente sacarlo de sus casillas. De este modo se lo expone en una primera instancia. Luego el trolaje militante hace lo propio viralizando videos y todo tipo de comentarios sobre «las embestidas del kirchnerismo contra la prensa independiente» y posteriormente los editorialistas adictos del macrismo hacen lo suyo en los grandes medios nacionales y provinciales. Un buen ejemplo es la publicación de hoy del siempre obsecuente Pablo Sirvén en La Nación.

Bajo el título «Un candidato al que se le sale muy rápido la cadena», el editorial de Sirvén revela el método al señalar que «su máscara cordial cayó pesadamente y el rostro verdadero quedó expuesto. Resultó mucho más áspero y agresivo que los de sus jefes Néstor y Cristina Kirchner, que, ni en sus peores días contra la prensa, tuvieron un récord de ese estilo ya que, además, preferían polemizar con el periodismo a la distancia, no cuerpo a cuerpo como lo hizo el delegado cristinista a la presidencia con muy malas maneras».

Además de calificarlo con todo tipo de adjetivos peyorativos, el editorialista más reaccionario de ese centenario diario fuerza la historia y la tuerce según las ordenes de sus jefes. A lo largo del artículo señala que Fernández fue en realidad el peor censor del kirchenrismo e intenta instalar supuestas embestidas que le costaron el trabajo a varios periodistas. También señala que el candidato del peronismo se ocupó personalmente de levantar ciclos de radio y TV críticos con «la década ganada».

Lo mismo hicieron Eduardo Feinmann y Luis Majul, otros arietes del macrismo que dieron cuenta de «el día de furia de Alberto». Ambos comunicadores analizaron las «embestidas de Alberto» y lo expusieron como un intolerante. Pero nada dijeron del acoso del que fue víctima en todas las oportunidades.

Así tal, seremos -a lo largo de los meses- espectadores de una nueva forma asociación «ilícita» entre comunicadores, periodistas y medios, la justicia y la política en lo que será una remake de «la campaña del miedo».

La contra cara de esta maniobra del comando de campaña de Macri serán las entrevistas amigables y descontracturadas con los candidatos oficialistas, tal es el caso de la nota que hizo Alejandro Fantino el pasado viernes con la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal en la Base Militar donde reside. A lo largo del reportaje, el conductor de América intentó «humanizar» a Vidal charlando en tono casual, tomando mate con ella en un improvisado y sencillo living donde vive la jefa provincial.

La charla amena y descontracturada de Fantino con Vidal

Ciertamente Fernández deberá encontrar las herramientas necesarias para no caer en las provocaciones que sufrirá a lo largo de todo el territorio. La campaña es pesada y el candidato K no cuenta con el poderío del Estado que le permite al presidente Mauricio Macri sobrellevar la contienda haciendo uso de recursos públicos y el personal estatal que lo asiste en todo momento y en todo lugar.

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