Una de las grandes mentiras del gobierno, que seguramente será recordada en el futuro, tiene que ver con haber negado «una avalancha de importaciones que haya impactado en la caída de los niveles de producción y consumo de productos nacionales».
Luego que el gobierno negó los datos que empezaron a circular, sectores de la industria salieron rápidamente a cuestionalos. Cabrera aseguró que, durante 2016, las importaciones del país se contrajeron un 7% con relación a 2015.
Sin embargo, José Ignacio de Mendiguren, histórico dirigente de la Unión Industrial Argentina, explicó que la primera trampa de los datos que presentó el gobierno consiste en su presentación en valores y no en cantidades.
Según De Mendiguren, «esa supuesta caída se explica por el precio internacional de los combustibles que tienen un peso muy importante en las importaciones del país».
De acuerdo al dirigente, la situación es muy distinta en «los sectores que emplean mano de obra intensiva como el sector textil, el calzado o la metalmecánica donde las importaciones fueron muy fuertes». De hecho, cuando se analiza el desagregado de las importaciones en el período, el ítem combustibles y lubricantes, que en valores mostró una reducción del 31%, en cantidades crece un 3 por ciento.
Según datos oficiales de 2016, de hecho, las importaciones totales medidas en cantidades crecieron un 4 por ciento. Sin embargo, lo más revelador es el análisis desagregado del movimiento de los componentes de las mismas.
En cantidades, por ejemplo, las importaciones de vehículos automotores se incrementaron un 39% y los bienes de consumo un 17 por ciento. Estas cifras se equilibran con la caída de un 6% de las piezas y accesorios de los bienes de capital (que expresan las inversiones reales para amortizar el capital en uso) y una caída del 1% de los bienes intermedios, aquellos que, manufacturados, son insumos necesarios para una posterior agregación de valor.
Según datos del Indec, la importación de bienes de capital creció en forma interanual un 7 por ciento. Sin embargo, el informe elaborado por el equipo de asesores del dirigente de la UIA muestra que ese dato encubre otra trampa y consiste en el cómputo de la importación de vehículos automotores como bienes de capital cuando, mayormente, se trata de bienes de consumo.
La participación de los bienes de capital sobre el total de las importaciones se reduce del 22% al 15% cuando se desestima el ítem transporte. De hecho, durante el año pasado, la importaciones de equipamiento de transporte creció un 33%, mientras que el ítem maquinaria y equipos se redujo un 7 por ciento. Según el informe mencionado, en dólares, la importación de alimentos y bebidas se incrementó un 81%, mientras que la de los insumos industriales retrocedió un 16 por ciento.
Estos datos, claro, tienen su correlato en el uso de la capacidad instalada de la industria local, cuyo informe de enero de 2017 del Indec arrojó números alarmantes que dan muestra del nivel del parate actual. La industria, en general, está haciendo uso de apenas el 60,6% de su potencialidad productiva lo que sirve para explicar también el bajo nivel de inversión sobre PBI (16%) y los límites para el ingreso de nuevas inversiones externas.
Pero en el caso de las automotrices el valor cae hasta un 30,7%, metalmecánica 47,3%, gráficas 54% y textiles 57,5%, entre otros. En este último caso, la fundación Pro Tejer difundió un informe para explícitamente responder a Cabrera en el que destaca que la participación de la producción nacional textil en el mercado se redujo de un 50% en 2015 a un 39% en 2016.
Por otra parte, el pronóstico de Luis Caputo en el Congreso Económico Argentino de un crecimiento para 2017 de entre 3 y 4% no coincide con el diagnóstico de la UIA que viene de computar una caída en el sector de un 4,9% durante todo 2016 y cuyas proyecciones de crecimiento para 2017 se ubican en la mitad de los valores anunciados por Caputo.
Daniel Funes de Rioja, presidente de COPAL y vicepresidente de la UIA, confirmó que «nuestros economistas piensan que el crecimiento va a estar en el orden del 2% sobre la base de mantener las variables existentes y con un Brasil que deje de caer y se mantenga sin crecimiento. Hay economistas de consultoras privadas nacionales y extranjeras que pronostican un 3 por ciento. Para eso debería haber una reacción de Brasil. Creemos que la economía va dar signo positivo pero no en todos los sectores al mismo tiempo».
El gobierno ha decidido construir un relato optimista que obvie la realidad con el riesgo de aportar un factor de mayor irritación.