Una de las características más importantes del nuevo gobierno, es la mentira deliberada. La invalorable ayuda de la cadena privada de medios de comunicación (y ahora también la pública), protegen y justifican medidas completamente antipopulares, y que subordinan la economía a los designios del mercado. Así funcionan los gobiernos de derecha en todo el mundo y en Argentina no es la excepción.
Macri crea ilusiones y promesas con la deliberada intención de no cumplirlas, su plan es otro completamente distinto: la recesión programada para que los salarios reales y la ocupación caigan bruscamente y volvamos a un esquema de distribución del ingreso favorable al capital concentrado.
Con promesas falaces logró imponerse por la vía electoral, conquistando el voto de la mayoría de las clases medias y una fracción de las populares. Es el gobierno de los grandes empresarios. Son los representantes del capital financiero y las empresas extranjeras, y dejan un lugar subordinado al sector agropecuario pampeano, otro casi nulo a la industria nacional y por supuesto sin representación alguna a los sectores populares.
Cuentan además con el apoyo de los medios de comunicación, la corporación judicial y el gobierno de EEUU, la reciente visita de Obama y su apoyo incondicional a las medidas económicas adoptadas en los primeros días de gobierno, son prueba fehaciente del beneplácito del norte. Estas fuerzas, son las mismas que hicieron posible, desde el conflicto agrario, especialmente en el último período del gobierno de Cristina, hasta la desestabilización de la situación económica, política e institucional.
La negativa a exportar granos del sector agrario, las remarcaciones injustificadas de precios, la especulación con el dólar y hasta la utilización política de la muerte del fiscal Nisman, que ahora lograron llevar al fuero Federal, son algunas de las tantas operaciones montadas para que el anterior gobierno terminara mal, igual que el de Raúl Alfonsín o el de Fernando De la Rúa. El objetivo: que la sociedad argentina se «cure» definitivamente del denominado “populismo”.
La presidenta Cristina Fernández se fue del gobierno sin el estallido social que impulsaron sus opositores, y con la demostración de apoyo de una Plaza de Mayo colmada de cientos de miles de ciudadanos, tan grande como el monumental repudio al golpe de Estado del 76 que se realizó el último 24 de marzo.
La sistemática mentira de la «pesada herencia» es la clave para entender como se justifica el fenomenal plan de ajuste que se viene aplicando en estos primeros cien días de gobierno. Decir que estábamos en una seria crisis económica, aunque en realidad, todos los indicadores demuestran que la economía venía de cuatro años de bajo crecimiento, pero no de crisis, es el perverso mecanismo empleado para ajustar el gasto público que afecta particularmente a los sectores más postergados.
Ese bajo crecimiento se produjo en gran medida por las restricciones del mercado externo, la reducción en el precio internacional de las commodities y la brutal caída de la demanda de nuestro principal socio comercial, Brasil. No obstante, a pesar de haber sufrido una baja en las exportaciones de más de 15.000 millones de dólares anuales, el gobierno anterior logró – con políticas activas y medidas contracíclicas – mantener un mínimo crecimiento basado en el mercado interno y sobre todo con una importante reducción en la desocupación, que se ubicó alrededor del 6%.
La inflación que fue uno de los principales desaciertos del último período de Cristina, fue menor al 25% en 2015 y venia en franca caída respecto de 2014. Ahora, en lugar de reducirse, creció fuertemente como resultado de la mega devaluación y varias consultoras privadas ya proyectan un resultado interanual que puede superar el 40% en 2016.
La política de eliminar múltiples programas de gobierno en distintas áreas, echando a miles de empleados públicos con la falsa excusa que eran “ñoquis” o militantes políticos, no es sino el clarín de llamada para que las empresas privadas hagan lo propio. Algo que ya comenzó fuertemente en los sectores ligados a la construcción, con la paralización total del programa Procrear, y caídas en el orden del 40% en las ventas. También se nota fuertemente en el sector textil, producto de la apertura de las importaciones, y en los próximos meses se hará evidente en todos los sectores, justamente por esta amplia apertura propiciada por el equipo de Macri.
Otro factor importantísimo, que marcará el camino del desempleo y caída real del salario, tiene que ver con la política monetaria y cambiara. Las disonancias entre el equipo económico de Macri están produciendo estragos en la economía. El sube y baja sobre el que flota la cotización del dólar, sumado a las altas tasas de interés que maneja el Banco Central, han encarecimiento notoriamente el crédito, en particular las líneas productivas que utilizan las PYMEs, que junto con el menor poder de compra de los salarios, marcan el camino de la desaparición del mercado interno sobre el que venía montada la economía local y que permitió amortiguar los coletazos de las restricciones externas.
Esta es la recesión programada, no un error de política económica del gobierno de Macri. A ellos les va bien, al pueblo le va mal.
Tal como manifestó en estos días el empresario Pyme y dirigente de la Unión Industrial de la Provincia de Buenos Aires, Marcos Villar: «con las Pymes industrializadoras fuera de la agenda, y las agroexportaciones sin mano de obra, lo que viene es el desempleo»
El objetivo es lograr que la tasa de desocupación se ubique entre el 10 y el 15% en pocos meses y que ese “ejército de desocupados” presionando sobre el mercado laboral sea el ariete que permita a las patronales obtener acuerdos salariales muy por debajo de la inflación real.
El plan macrista repite el debilitamiento del sector industrial al que nos sometió la dictadura militar primero y el menemismo después. Para ello está tomando medidas que terminarán concentrándo la economía en la producción agroindustrial y de pocas ramas competitivas, aumentando la desocupación. Es dentro de este objetivo real que debe entenderse el desmantelamiento de las posiciones de independencia económica logradas con tanto esfuerzo en los años previos. Este es el sentido que tienen los acuerdos con los fondos buitre y la coincidente visita del presidente Barack Obama al país.
Macri está a punto de concretar acuerdos entreguistas con parte del 7% de los acreedores luego de los canjes de 2005 y 2010, en una cifra que en la primera etapa ascenderá hasta 12.500 millones de dólares. No sólo hemos cedido ante las demanda de los fondos buitre que tendrán una ganancia de más del 1600%, sino que entraremos de lleno en los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional para que avale la colocación de nuevas emisiones de deuda. Conocemos de memoria la receta única del FMI para avalar esos acuerdos: apertura comercial y financiera indiscriminada, sin defensas para la industria nacional, “flexibilidad” salarial y “eliminación” del déficit fiscal (que es muy inferior al 7% que inventó el ministro Prat Gay) bajando los planes de protección social para compensar los menores impuestos al capital.
Tal como explicó a Portal de Noticias la especialista en derecho internacional, Stella Maris Biocca, «los acuerdos que está logrando el gobierno no garantizan siquiera que entren todos los holdouts, del 7% que no acordó antes, solo el 4% acuerda ahora en condiciones muy onerosas y el otro 3% aun no se ha prestado. Tampoco existen garantías que el 93% de los que había acordado la quita previa no vaya a litigar para obtener lo mismo».
El abandono a la defensa de la industria y el trabajo nacional, sumado al conjunto de acuerdos internacionales que se estan tejiendo en este mismo instante, terminarían por eliminar toda resistencia interna: acuerdos con la Unión Europea, Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos y los países del Pacífico, debilitamiento del Mercosur, alejamiento de los acuerdos con China y Rusia, etc.
La industria nacional se reducirá fuertemente y la desocupación buscará quebrar la capacidad de lucha sindical y popular. Esta es la vuelta a la economía subordinada a los designios del norte.