Seguramente no haya sector industrial en Argentina que presente un potencial de desarrollo como el que detenta la cadena de valor textil – indumentaria nacional. El sector emplea 450 mil puestos de trabajo, en un mercado de u$s 3500 millones, donde la industria nacional abastece al 50% del mismo y el resto es importado.
La infraestructura productiva es de clase mundial, consecuencia del proceso de inversión en bienes de capital que en los últimos años superó los u$s 3.000 millones. Nuestro sector se distingue, además, por tener factores estratégicos indispensables como la provisión nacional de fibras naturales con alto potencial de crecimiento (algodón, lana y camélidos); presencia territorial en todo el país; capacidad productiva en todos sus eslabones; conocimiento y oficio en los recursos humanos y una usina de generación de valor agregado inigualable en el enclave de Marcas/Diseño.
Sin mercado hay desempleo y no hay desarrollo
Sólo recordar que una tonelada de ropa de marca argentina exportada al mundo vale u$s 55 mil, multiplicando 45 veces el valor del algodón. Con este acervo podemos iniciar un nuevo sendero de desarrollo sectorial que permita, en menos de 10 años, duplicar la capacidad instalada, alcanzar un millón de empleos formales e insertarnos en el comercio internacional.
Estos tres objetivos pueden alcanzarse solamente con decisión política y un Estado liderando con políticas activas un proceso industrial a favor del trabajo argentino y una aduana preservando la soberanía productiva. Aquí debe haber una señal clara y convincente respecto del resguardo del mercado interno. Sin mercado hay desempleo y no hay desarrollo. Se requiere una administración inteligente del comercio exterior que, en el marco del cumplimiento de las normas internacionales, permita alcanzar los niveles de actividad y escala requeridos por los objetivos propuestos.
La aplicación de la política comercial debe darse a partir de romper el mito de que este es un sector protegido. Todo lo contrario. Argentina importa anualmente u$s 1500 millones de productos textiles e indumentaria, donde el 80% puede ser sustituido por producción nacional. El 40% de esas importaciones ingresa sin arancel desde el Mercosur y el 60% restante ingresa con un arancel de hasta 35% desde países cuyas condiciones laborales no respetan principios básicos humanitarios. Tampoco se cuenta con medidas de resguardo a la seguridad y salud de los consumidores que los países centrales aplican como medidas discriminatorias que regulan los flujos de importación.
En síntesis, nuestra industria compite todos los días con un comercio internacional que, además, se distingue por la aplicación permanente de prácticas desleales. Por todo ello, se requiere un mensaje preciso de la autoridad política que no genere expectativas importadoras desmedidas y aliente el resguardo del mercado nacional como insumo basal de una necesaria política de desarrollo sectorial.
Desde aquí se despliega una agenda virtuosa entrelazada en el circuito de producciónconsumo-inversión, orientado al aumento en cantidad y calidad de la producción nacional, que permite alcanzar otras dos metas: la formalización del empleo en la confección y la inserción internacional de nuestra producción.
Es fundamental generar políticas adecuadas para terminar con la precarización del trabajo confeccionista, generado por la exposición permanente de nuestra producción con las peores prácticas del comercio internacional. Para ello, además de administrar ese comercio, se debe apuntar a terminar con la lógica de producción en pequeños talleres y reemplazarlos por parques industriales de la confección.
Esta nueva lógica generará miles de puestos de trabajo formales y abrirá para nuestra indumentaria un nicho del mercado internacional, dinámico y creciente, donde el consumidor solo compra trabajo digno.
El futuro del sector también está asociado con una agenda de innovación que nos acerque a las fronteras de los textiles tecnológicos con nuevos usos en los sectores de la construcción, minería, vialidad, que junto con las aplicaciones nanotecnológicas, insertará al país en una agenda de nuevos negocios.
En síntesis, resguardando el mercado se abre una agenda de generación de puestos de trabajo formales, producción, inversión, desarrollo regional, exportaciones y conquista de una agenda de innovación, que nos situará dentro de una década en un estadio de desarrollo industrial que afianzará el orgullo de todos los argentinos por su industria textil.
Nuestra industria compite todos los días con un comercio internacional con prácticas desleales