La capacidad de los grandes medios porteños para imponer temas de discusión a todo el país es una buena demostración de la concentración oligopólica que existe y que trató de solucionar la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Uno de los puntos centrales de la ley, la adecuación a las cuotas de mercado a fin de asegurar la pluralidad de voces, fue boicoteado por el Grupo Clarín con la complicidad de sectores del Poder Judicial afines.

Muchos jueces y tribunales conservadores permitieron un uso abusivo de las medidas cautelares para evitar que la mayor corporación mediática del país se adecuara a los lineamientos de la nueva legislación. Hasta la Corte Suprema de Justicia fue funcional a la estrategia del grupo privando a los argentinos de un espectro comunicacional más equilibrado.

Esta introducción viene al caso para hablar de lo que están instalando con éxito los diarios, canales de televisión y radios del grupo junto con otros medios de menor penetración pero parecida línea periodística: la «crisis económica» y la necesidad de un ajuste. Ambos conceptos son falsos pero sirven muy bien para imponer en la sociedad la aceptación del primero de ellos y la resignación frente al segundo. Usan la metodología de siempre: bajar línea a toda hora y todos los días insistiendo hasta el hartazgo con los mismos mensajes de sus periodistas estelares y sus entrevistados que son casi siempre economistas de la ortodoxia neoliberal. Es la misma estrategia que usaron para hostigar al gobierno kirchnerista, sin privarse de apelar a la difamación y tergiversación de los hechos a fin de imponer un clima de beligerancia que, luego de años terminó por rendir sus frutos electorales.

Ahora, cuando los charlistas televisivos y radiales y las plumas más cotizadas del gran emporio mediático hablan de «crisis» omiten toda referencia a los datos de la economía real del país. No dicen, por ejemplo, que el índice de desocupación ha descendido a los niveles más bajos de las últimas décadas, que el nivel salarial de nuestro país es el más elevado de América Latina, que la cobertura jubilatoria ronda el 97 por ciento y es también la más alta del continente, que el consumo de alimentos, indumentaria y electrodomésticos ha venido creciendo sostenidamente a lo largo del año que está por finalizar.

Tampoco mencionan que la industria de la construcción ha aumentado significativamente en el último año generando en todo el país gran cantidad de nuevos puestos de trabajo, que el consumo de cemento y de hierro -insumos básicos de la economía- alcanza cifras nunca antes vistas, y que las ventas de automóviles en el mercado interno también han crecido en el último año en forma considerable.

Al carecer de datos a fin de justificar el discurso negativo que presentan apelan a meros juicios de valor para atacar las políticas que posibilitaron aquellas cifras elocuentes. Entre los muy pocos números que citan figura el retraso cambiario que afecta especialmente al complejo agroexportador, pero esconden deliberadamente los beneficios que implica para la industria nacional y los consumidores, es decir, para la gran mayoría de la población.

El objetivo básico de esa campaña es presentar un panorama negro en donde «todo está mal» para justificar una abrupta devaluación, un ajuste (que como siempre van a pagar los sectores populares más vulnerables) y un nuevo endeudamiento del país en el mercado financiero internacional. Esa receta que responde al libreto neoliberal, que traerá beneficios a una pequeña porción de la sociedad y perjudicará a las grandes mayorías, sólo puede imponerse al conjunto social si es respaldada por una campaña persistente y masiva como la que pueden llevar a cabo los grandes medios de comunicación concentrados. Los mismos que boicotearon hasta ahora, con la inestimable ayuda de la familia judicial, la aplicación de la nueva Ley de Medios Audiovisuales.

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