Por Gabriel Eiriz – @gabrieleiriz
Posiblemente no entiendan. Quizá no les importe. Lo cierto es que cuando se producen situaciones como las acontecidas en la localidad de Tigre, donde un grupo de docentes escrachó al presidente Mauricio Macri y a la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, no sucede por una deliberada acción política, ni por organizaciones que persiguen a los gobernantes de turno. Las situaciones son producto de las cicunstancias. El hambre, la falta de acceso a bienes de consumo básicos y por sobre todas las cosas la indignación que provocan las políticas de ajuste, que con este gobierno rozan la perversidad, y que impactan de lleno en la vida cotidiana de la sociedad, son los disparadores de este tipo de eventos desafortunados que no le hacen bien a nadie, pero que tampoco es difícil entender las motivaciones que los producen.
Mauricio Macri lo sabe. Por eso se mueve con una agenda extremadamente hermética. Los periodistas acreditados en Casa de Gobierno tienen enormes dificultades para seguir los pasos del jefe de Estado, algo inédito en las últimas décadas donde se bajó información de manera permanente y se acreditó a la prensa en cada evento oficial. Ahora, los viejos encargados de comunicacio que siguen desempeñándose en Balcarce 50, son perseguidos y hasta apretados para que no filtren ningún dato a los periodistas que desde siempre cubren las actividades presidenciales, incluso a los medios amigos. Es tal la paranoia que la información e imágenes que llegan a los medios son estrictamente controladas por la empresa contratada para tales efectos y generalmente no hay periodismo in situ para aportar diferentes enfoques. Solo se emiten partes oficiales e imágenes minuciosamente operadas por presidencia. Al mejor estilo de un régimen totalitario.
Lamentablemente las condiciones no están dadas para que nada cambie. El gobierno prepara un ajuste aún mayor para el último tramo del año y este tipo de acontecimientos se volverán más frecuentes o Macri tendrá que evitar salir en público de manera definitiva.
La estrategia de acusar siempre al kirchnerismo por cada burrada del gobierno ya no convence ni a los convencidos. Los número son contundentes, 1 de cada 4 electores que confió en el proyecto de Mauricio Macri ya está arrepentido y recién lleva 17 meses en el poder. Al menos así lo demuestran varias encuestas que se difundieron en los últimos meses.
La próxima contienda electoral será definitoria y la sociedad tendrá que decidir si se vuelve a confiar en quienes mintieron deliberadamente durante la campaña de 2015 o si por el contrario, se envía un fuerte mensaje de rechazo a la fallida Alianza Cambiemos. Falta poco, los meses pasan rápido, pero mientras tanto, el daño que se provoca a quienes llevan la porción más chica de la torta, es superlativo.