ARTÍCULO EXTRAÍDO DE LA REVISTA REALIDAD ECONÓMICA #299 PUBLICADA POR EL INSTITUTO ARGENTINO PARA EL DESARROLLO ECONÓMICO (IADE)
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Por Ezequiel Monteforte
Si nos centramos en la etapa de expansión de la economía nacional verificada hasta hace unos años (Jaccoud et al, 2015; Gerchunoff y Rapetti, 2015) podemos pensar que el actual momento de estancamiento de las condiciones de vida de la población obrera es una cuestión coyuntural, un impasse, hacía una nueva mejora futura de las mismas.
Ahora bien, si nos enfocamos en los últimos cuarenta años deberíamos explicar más bien por qué se pudieron mejorar las condiciones de vida de la población nacional negando una tendencia que no pronosticaba dicho movimiento.
En estos términos, nos proponemos profundizar en si la pasada recomposición de las condiciones de vida de la población es una cuestión más bien fugaz en una tendencia general o existe la posibilidad de encontrarnos con un camino donde las mismas se desplieguen de manera sostenida.
Para este cometido desarrollaremos las formas generales que, a nuestro entender, determinan los movimientos de la producción y la reproducción de la fuerza de trabajo en el nivel mundial y cómo las mismas se expresan en nuestro país. Intentaremos darle contenido a la tendencia de una de las variables representativas de la reproducción de la fuerza de trabajo, el salario real, y su movimiento pre y post década de los setenta donde se verifica una marcada ruptura de la misma. El artículo estará organizado en dos secciones.
En primer lugar, necesitaremos desarrollar tres puntos fundamentales: de qué hablamos cuando nos referimos a las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo expresadas en el valor de la misma; de qué manera se determinan la normalidad tanto de las condiciones de producción como de la venta de la fuerza de trabajo; y, por último, las tendencias que en general rigen actualmente la producción y el valor de la fuerza de trabajo como forma desarrollada de esa normalidad.
En segundo lugar, pretendemos darle movimiento a los desarrollos de la primera sección analizando las formas concretas de la producción mundial que se desatan a toda marcha a partir de mediados de la década de los setenta analizando su impacto tanto en el orden internacional como nacional. Es nuestro objetivo final enfrentar las perspectivas de las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo de acuerdo con las formas reales que rigen actualmente la producción y el papel de nuestro país en ese devenir. Cabe aclarar que el presente trabajo es la primera síntesis de un plan de investigación más vasto y profundo que pretende, en primer lugar, desarrollar las determinaciones generales que rigen los distintos procesos en la pureza de su movimiento enfocándose luego en las diversas formas concretas de expresión de los mismos. El foco en estas líneas está puesto sobre el primer objetivo de nuestro plan de trabajo.
1. La reproducción de la fuerza de trabajo.
Determinaciones generales y tendencias actuales En esta sección brindaremos un breve panorama de los componentes principales del valor de la fuerza de trabajo y su fluir en el tiempo, más precisamente a partir de la segunda mitad del siglo XX, entendiendo, como veremos, a partir de este momento la gestación de las formas que dominan hoy dicha determinación de valor.
A tal fin dividiremos la presente sección en tres partes. En la primera repasaremos brevemente los distintos componentes del valor de la fuerza de trabajo y en qué forma inciden en el mismo. A su vez, dado que el valor de una mercancía no se configura en una sustancia cuantificable nos adentraremos en la discusión en torno de cómo enfrentar las condiciones de venta normal de la fuerza de trabajo sin tener la expresión concreta de valor frente a nosotros, siendo este el objetivo del segundo apartado.
La tercera y última sección se centrará sobre la parte fundamental del valor de la fuerza de trabajo, la formación de atributos productivos, y su devenir a partir del surgimiento de una nueva base técnica, la automatización de los procesos productivos y las tecnologías de la información.
1.1. En torno de la determinación del valor de la fuerza de trabajo.
En el modo de producción capitalista, la fuerza de trabajo rige su proceso de reproducción como se rige la producción de cualquier mercancía, a partir del trabajo abstracto socialmente necesario, es decir reconocido por la sociedad, para reproducirla, siempre y cuando el mismo se realice de manera privada e independiente. Así, la fuerza de trabajo tiene un valor que, de manera general, se expresaría en el salario. Es decir, el salario se nos presenta como la suma dineraria por medio de la cual los trabajadores se hacen de los diferentes valores de uso que necesitan para su reproducción .
Ahora bien, además de su reproducción directa, en el modo de producción capitalista la reproducción de la fuerza de trabajo que reemplazará al obrero actualmente en funciones también está contenida en su valor, así una parte del valor de la fuerza de trabajo en funciones corresponde a los gastos que conciernen a la reproducción de sus hijos (Marx, 2012 [1867]).
Bajo estas circunstancias la unidad de la reproducción de la fuerza de trabajo no es de carácter individual sino “familiar”. Este valor de reproducción de la fuerza de trabajo futura objetivado en el valor de la fuerza de trabajo actual es la confirmación de que los medios de vida que consumió en su formación el obrero actualmente en funciones eran socialmente necesarios. Es decir los medios de vida que consumió en su proceso de formación que eran adquiridos por sus padres recién se confirman hoy en su propia remuneración.
Automáticamente, dado que el obrero actual gestiona la reproducción de los obreros futuros -sus hijos-, este valor de los medios de vida pasados se convierte en la posibilidad de reproducción de la fuerza de trabajo futura, en las mismas condiciones del obrero actual. Cerrando así el ciclo de la confirmación social de esos medios de vida y abriéndolo nuevamente mediante su consumo familiar.
A su vez, además de los gastos directos de reproducción del obrero y los de su familia -los hijos especialmente-, el valor de la fuerza de trabajo contempla los gastos que el trabajador debe realizar en los momentos de descanso, para que todos los días y durante toda su vida laboral la misma pueda rendir plusvalía al capitalista.
Es decir, el costo de las actividades de descanso, tanto físico como mental, forma parte del valor de la fuerza de trabajo. Por otro lado, dada la intensidad con la que el capital necesita que se despliegue la fuerza de trabajo y la forma específica de desarrollarse la vida biológica del ser humano, la vida del obrero debe seguir más allá de cuando el capital dejará, en promedio, de requerir su fuerza de trabajo, siendo esta medida, en general, la edad jubilatoria (Iñigo Carrera, 2008).
Luego del desgaste de toda una vida de trabajo, el obrero pierde la posibilidad de reproducir su vida sobre la base de la venta de su fuerza de trabajo, al no encontrarse en las condiciones necesarias para que al capital le rinda plusvalía. Al ponerse de manifiesto esta cuestión para el obrero, conforme se va acercando la edad jubilatoria, la posibilidad de sostener su posterior reproducción se torna en separar una porción de su remuneración, conformando una reserva para el momento que el capital no compre más su fuerza de trabajo.
En esta situación, cuanto más cerca se encuentre la edad jubilatoria, la fuerza de trabajo en activo acrecentará el porcentaje de reserva relegando consumos actuales necesarios para su reproducción, por ende, comenzando a perder características productivas necesarias. Como este problema va más allá de los intereses particulares de cualquier capital individual pero se puede interponer como una barrera futura a la acumulación, la forma de resolver esta cuestión se presenta a partir del representante general de la acumulación de capital, el Estado, quien reglamenta el prorrateo del fondo jubilatorio necesario para la reproducción del obrero una vez fuera de producción en la totalidad de su vida productiva.
Es así que a los obreros, por reglamentación laboral, se les descuenta un determinado porcentaje de su remuneración como “aportes jubilatorios” los cuales conforman los llamados “fondos jubilatorios”. (Iñigo Carrera, 2004, 2008).
A su vez, dada la misma tendencia del modo de producción capitalista, la fuerza de trabajo no sólo debe reproducirse en las condiciones actuales, tanto físicas como mentales, sino que además debe desarrollar sus capacidades productivas crecientemente, debido al correspondiente avance en la complejidad del trabajo concreto que despliega4 . Así, una porción del valor de la fuerza de trabajo corresponde a su formación concreta como tal, tanto práctica como intelectual.
Al profundizar en esta cuestión, el trabajo humano gastado en la producción de una fuerza de trabajo concreta lo podríamos dividir en dos; el trabajo humano que realiza el propio obrero en su proceso de formación y el trabajo humano que realizan otros sujetos en este proceso. Si bien la reproducción individual concreta, comer, asearse, etc., es trabajo humano desplegado, el mismo no toma la forma de valor debido a que es un trabajo consumido privadamente por el obrero.
En estos términos, el trabajo de formación de la fuerza de trabajo también se configura en un trabajo que despliega y consume privadamente el obrero, razón por la cual no reviste la forma de valor, es decir, no entra en la determinación del valor de la fuerza de trabajo. A su vez, respecto del trabajo que despliegan otros sujetos en la formación de la fuerza de trabajo del obrero, los mismos entran en la determinación si se configuran como objetivación de trabajos privados e independientes. Por ejemplo, los trabajos que se realizan en el seno familiar no entran en dicha determinación debido a la relación directa, de dependencia personal, que revisten.
Así, el trabajo humano abstracto que interviene en la formación de la fuerza de trabajo -hasta antes de rendir plusvalía para el capitalista- y se materializa en su valor es el que se gastó en la producción de los valores de uso necesarios para la reproducción del obrero mientras el mismo desplegó el trabajo concreto de formación. Es decir, esos medios de vida se materializan como trabajo socialmente necesario una vez que la mercancía es comprada -confirmada socialmente- por el capitalista. Ya sean los alimentos y cuidados físicos necesarios adquiridos o desplegados en el seno familiar, los medios concretos para la formación -libros, útiles escolares, etc.-, el trabajo de los docentes que intervinieron en ese proceso y en tanto el proceso de formación esté a cargo de un capital individual también se incluye en el valor de la fuerza de trabajo la tasa de ganancia del mismo. (Iñigo Carrera, 1995, 2007, 2008; Caligaris y Starosta, 2015)
Cabe aclarar que, bajo ningún punto de vista, cuando hablamos de los medios de vida que necesita la fuerza de trabajo en su formación, los mismos serían simplemente los que permiten la “subsistencia” del obrero. Es decir, los medios de vida necesarios para mantener en pie a un ser humano, o para descargar simplemente su fuerza física, poco tienen que ver con el proceso de formación actual de la fuerza de trabajo. El proceso de conocimiento actual, en general, demanda de un gasto de fuerza intelectual que no corresponde simplemente al necesario para desplegar su fuerza física.
El avance actual en el conocimiento en torno de la nutrición, en particular la infantil, es forma de esta necesidad y, a modo de ejemplo, de acuerdo con Jofre et al (2007), sobre la base de un estudio realizado en una muestra de escolares en nuestro país, es claro el impacto de la falta de la primer comida del día, el desayuno, en el desempeño formativo de dichos escolares. En este sentido, los medios necesarios para la formación de la fuerza de trabajo no son los que permiten “subsistir” a la población obrera futura sino, justamente, los que permitan que esa fuerza de trabajo absorba en el proceso de formación los conocimientos y practicas necesarias para desplegar la misma en la forma concreta que la demande el capital para extraerle plusvalía. Ahora bien, nos resta ver un punto importante que es la relación del valor de la fuerza de trabajo con la forma concreta en como la misma se consume productivamente. Si asumimos analíticamente que la formación del obrero tiene fin y se concreta cuando comienza a rendir plusvalía para el capital podemos ver que el trabajo abstracto gastado en los medios de vida que permitieron la formación de la fuerza de trabajo es una masa de valor la cual -además de los valores de uso corrientes que necesita el trabajador para rendir plusvalía diariamente-, como cualquier mercancía, se va pagando conforme se va consumiendo.
Así, esa masa de valor correspondiente a la formación se prorratea hasta que la fuerza de trabajo ya no esté en condiciones de rendir plusvalía para el capital 6 . En general, este límite se objetiva hoy en la edad jubilatoria. Es así que existe una relación directa entre la necesidad de formación de la fuerza de trabajo y la expectativa de vida de la misma. Esto es, cuanta más expectativa de vida tiene el obrero, tanto más se puede prorratear el valor de los medios de vida gastados en su formación objetivados en la misma, pudiendo exigir mayor complejidad en el trabajo dado los años extras en los que se pudo ir prorrateando una formación más compleja, o, simplemente, abaratando la fuerza de trabajo porque “dura más”.
A su vez, la necesidad de complejizar el trabajo se centra sobre el avance de la producción de plusvalía relativa a través del desarrollo técnico y su viabilidad se porta en la posibilidad de prorratear el creciente trabajo insumido en la formación de la fuerza de trabajo en su respectiva vida útil. Esto nos pone delante de una doble necesidad del capital, como vimos, alargar la vida humana lo más posible, así como desgastar la fuerza de trabajo en su justa medida para que pueda prorratear efectivamente su valor en toda su vida útil. Es decir, si el obrero ya formado pierde su capacidad de trabajar antes del tiempo estipulado para que el capital aproveche todo el despliegue de su mercancía fuerza de trabajo, el mismo se objetiva como una pérdida neta de trabajo abstracto socialmente necesario. Así como a la máquina se la debe cuidar, no sobrecargar más allá de sus especificaciones, lubricar, limpiar, etc., para que dure lo que su fabricante garantiza y no se desgaste prematuramente (Marx, 2012 [1867], pp. 147), a la fuerza de trabajo, si es que se le quiere sacar el máximo provecho, también se la debe cuidar para que no se gaste prematuramente, no sobrecargarla más allá de las condiciones que pongan en peligro su reproducción, darle el descanso físico y mental necesario, etc. Luego de este repaso por las principales cuestiones de la reproducción obrera y la determinación del valor de su fuerza de trabajo avanzaremos en cómo enfrentarnos en las formas concretas a esta determinación que, además de ser compleja, no se revela en un cuanto específico.
En general, podríamos pensar que el salario sería la forma general en la que se expresaría el valor de la fuerza de trabajo, sin embargo, lo que se expresa en el mismo es la remuneración por parte del capitalista que puede encontrarse o no en torno del valor de la fuerza de trabajo. Esta cuestión será el eje central del siguiente apartado.
1.2. La normalidad de las condiciones de producción y su expresión en la venta de la fuerza de trabajo por su valor
En el apartado anterior estudiamos las formas generales en que toma cuerpo el valor de la fuerza de trabajo, sin embargo, como valor en sí, no podemos enfrentar una cuantía concreta correspondiente a esta reproducción. El valor se expresa por medio del equivalente general, el dinero, objetivándose en él las cantidades relativas de trabajo abstracto socialmente necesario pero nunca el valor como un cuánto. De esta manera, es imposible enfrentar al valor de una mercancía en general, y, dada su complejidad, menos aún la de la mercancía fuerza de trabajo cuando la forma misma de consumirla es una expresión de su valor.
Ahora bien, a priori, lo que se presenta como la expresión general de este valor es el salario. Sin embargo, por un lado, el salario, como marcábamos, puede expresar diferentes porciones directas de la remuneración de la fuerza de trabajo existiendo remuneraciones “indirectas” las cuales no son desembolsadas por el capitalista en forma de salario o, en ocasiones, por ningún capitalista individual. Ejemplo claro de estas cuestiones son la educación y salud públicas10 , los subsidios estatales a los bienes y servicios que entran en la canasta de consumo de la fuerza de trabajo, etc., los cuales varían en modalidad, existencia y magnitud de acuerdo con el ámbito de acumulación de capital que estemos estudiando. A su vez, la remuneración salarial no necesariamente debe representar el valor de la fuerza de trabajo, puede estar por encima, a la par o por debajo y por sí misma su cuantía no nos revela su nivel.
Estas cuestiones plantean un problema al momento de enfrentarnos a la reproducción de la fuerza de trabajo ya que de por sí no tenemos forma de reconocer las condiciones en las que se vende enfrentando simplemente el salario.
Pues bien, lo que desarrollaremos aquí se plantea en torno de que la reproducción de la población obrera de cada espacio de acumulación depende, justamente, de la forma específica en que se desarrolla la acumulación de capital a su interior.
Por esta razón, a nuestro entender, el punto de partida para analizar las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo no es el estudio de las formas concretas en las que comúnmente se expresaría dicha reproducción, esto es el salario y sus distintas formas específicas de existencia. Justamente, enfocarnos desde esa óptica nos puede correr el verdadero eje de la cuestión que no es más que las potencias reales de los capitales de los distintos ámbitos de acumulación de remunerar sostenidamente la fuerza de trabajo por su valor.
Así, pretendemos encarar la cuestión desde sus determinaciones generales penetrando en sus formas concretas, la potencia real de comprar la fuerza de trabajo por su valor de acuerdo con las características específicas del respectivo capital que la utiliza. Cabe hacer una aclaración importante, las formas que desarrollaremos aquí son las expresiones generales, todavía abstractas, que determinan, a nuestro entender, el movimiento del modo de producción capitalista.
Las formas de expresión concretas de las mismas pueden presentarse como negando el contenido expuesto aquí debido a la forma misma en las que se realizan las necesidades en un modo de producción que se gestiona a sí mismo autónomamente. La cuestión es que todavía nos estamos moviendo en un campo de generalidades que debemos desarrollar para ver cómo deviene en sus formas concretas , objetivo que empezaremos a transitar en la próxima sección.
La producción de plusvalía relativa es la forma genérica en la que el modo de producción capitalista expresa su contenido histórico, el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo social. El contenido objetivo de este proceso no está portado en cualquier sujeto, sino, específicamente, en los capitales individuales que lo personifican, es decir, en los que por medio de la búsqueda de ganancias extraordinarias -reemplazando trabajo vivo pago por trabajo muerto- toma forma el desarrollo creciente de las fuerzas productivas del trabajo social (Marx, 2012 [1867]). La forma normal del proceso de producción no se objetiva en una media o mediana entre las productividades de los capitales que se encuentran en producción, sino que la norma se concreta en los capitales que por definición son el sujeto de la potencia histórica del modo de producción capitalista, los que participan activamente en la formación de la tasa general de ganancia rigiendo su valorización a partir del tamaño del capital desembolsado en la producción, borrando a su interior las diferencias en la materialidad del trabajo que implican distintas composiciones técnicas.
Éstos, en efecto, son los capitales que desarrollan las fuerzas productivas del trabajo social determinando los precios de producción vigentes y, por ende, los que determinan el trabajo socialmente necesario vigente (Marx, 2012a [1894]; Iñigo Carrera (2014)). La unidad de este proceso toma forma en la competencia tanto por tensar a los capitales individuales para desarrollarse buscando constantemente ganancias extraordinarias como por presionar sobre los que comienzan a rezagarse productivamente y no pueden realizar la tasa media de ganancia por contar con tecnologías fuera de vigencia, es decir, que su reducido tamaño no les permite conformarse en una parte alícuota del capital total de la sociedad pudiendo apropiar la tasa media de ganancia.
Podemos ver cómo el límite inferior del capital normal es la tasa media de ganancia, no conformándose un límite superior ya que la cuantía de las ganancias extraordinarias realizadas por los mismos depende de la relación con los demás capitales en la circulación o con la implementación y producción de innovaciones técnicas14 . Es así que como forma consciente cada capital individual, por la misma forma que tiene la competencia, debe lograr sistemáticamente estar lo más arriba del límite inferior posible logrando, de mínima, la tasa de ganancia media mientras busca ganancias extraordinarias constantemente, presentándose como tendencia necesaria la realización de ganancias extraordinarias. Pues bien, con lo que desarrollamos hasta aquí, ser sujeto portador de la potencia de determinar el trabajo socialmente necesario implica indefectiblemente contar con las tecnologías y técnicas más avanzadas de la rama de producción en la que cada capital se valoriza, conformando a su vez un tamaño normal el cual implica la posibilidad de apropiación de la tasa media de ganancia.
Es decir, ser un capital normal o medio implica una anatomía particular del mismo, una composición técnica definida, específica, ya que de acuerdo con la tecnología vigente en su rama se determina una proporción estable de cantidad de obreros insumiendo, a su vez, una proporción también especifica de insumos y materias primas. Como vemos, enfrentarnos a una determinada productividad del trabajo implica una serie de determinaciones internas que se esconden a simple vista, una escala determinada de la producción y un consecuente tama- ño del capital desembolsado.
Ya aquí, un capital en términos normales no tiene cualquier forma, el mismo es un movimiento de valorización especifico que en su movimiento unitario logra apropiar al menos la tasa media de ganancia sobre el capital total desembolsado en su proceso de producción. Todo aquel movimiento de valorización que no posea, en general, estas características no logrará valorizarse a la tasa media de ganancia, no se presenta, en efecto, como un capital normal o medio. A la luz de esta determinación podemos reconocer que las diferencias cuantitativas en tanto valor que se valoriza se desarrollan en una determinación cualitativa; así como, en apariencia, cualquier valor objetivado – dinero- valorizándose podría ser capital, vemos como la normalidad del capital solo responde a la determinación de tamaño suficiente para contar con la composición técnica necesaria para su rama realizando sólo así la tasa media de ganancia. (Iñigo Carrera, 1995, 2008, 2014; Starosta 2010; Caligaris 2014).
Esta anatomía se ve en superficie, en general, en “la estructura de costos” de los capitales individuales, donde si los costos del capital variable y constante son más altos que la normalidad, es decir mayores que los que rigen el trabajo socialmente necesario vigente -o, mejor dicho, la escala de la producción que posee ese capital no es suficiente para prorratear sus partes componentes en proporción a las que rigen el trabajo socialmente necesario vigente- no queda otra opción más que su capital se vaya degradando poco a poco, no realizando la tasa media de ganancia o realizándola en apariencia pero perdiendo parte de su capital desembolsado . Este tipo de capitales de tamaño insuficiente respecto de los de su rama son los que se presentan como pequeños capitales, determinándose como límite inferior de su salida de producción la valorización correspondiente a una simple porción de dinero, la tasa de interés (Iñigo Carrera, 2008, 2014).
Ahora bien, el capital que posea las condiciones medias o normales de producción es el que necesariamente determinará la normalidad de las condiciones de venta de la fuerza de trabajo y, por lo tanto, la necesidad específica de atributos productivos de la misma, determinando el valor de la fuerza de trabajo en su unidad. En este sentido el valor de la fuerza de trabajo es un atributo del capital que la consume, no de la mercancía misma . Como ya planteamos, en estos términos, no podemos enfrentar la multitud de expresiones del valor de la fuerza de trabajo mirando al obrero sino que debemos mirar el capital que absorbe al mismo y sus formas de valorización para determinar si ese obrero se vende o no por su valor, volviendo luego sí la vista sobre el obrero y las formas de expresión de la fuerza de trabajo que se vende por su valor. Al avanzar, se presenta una contradicción en torno del pequeño capital respecto de la imposibilidad de absorber la “fuerza de trabajo normal”. En primer lugar, al contar con técnicas productivas que no expresan la media social la materialidad del trabajo con la que lleva adelante el proceso de producción es distinta a la normal en su rama. Al contar con medios de producción rezagados productivamente cuenta con una composición técnica anacrónica respecto de los atributos productivos de la fuerza de trabajo normal, necesitando un obrero productivo “distinto” al normal, “más antiguo” respecto del desarrollo de los atributos productivos. Claramente, de acuerdo con lo rezagado productivamente que estén sus medios de producción las diferencias en los atributos productivos de la fuerza de trabajo que absorbe cada capital individual pueden ser imperceptibles o por demás considerables.
A su vez, como vimos, el pequeño capital no tiene la escala suficiente para prorratear el desembolso de capital en la proporción suficiente para que el precio de producción vigente le permita apropiar la tasa media de ganancia, sin embargo la necesidad de extracción de plusvalía de manera creciente no deja de ser una condición. Si la forma genérica de expandir la extracción de plusvalía, a través de hacer más productiva cada hora de trabajo vivo, no está disponible para este capital -ya que al no contar ni siquiera con la productividad vigente es todavía más difícil pensar que aplique una innovación técnica que implique ganancias extraordinarias- es esperable que se exacerbe la presión sobre la otra forma que tiene el capital de extraerle plusvalía al obrero, extender o intensificar netamente la jornada de trabajo sin acrecentar proporcionalmente la remuneración.
La contradicción genérica en la compra-venta de la fuerza de trabajo parece exacerbada en el pequeño capital ya que la forma de acrecentar su ganancia se porta sobre la base de tensar la explotación de la fuerza de trabajo más allá de las condiciones medias. Según cuán deficiente sea la cuantía del pequeño capital respecto del tamaño medio de su rama se podrían ver formas más crudas o más leves de ampliar su tasa de ganancia sobre la base de la explotación exacerbada de la fuerza de trabajo que absorbe.
De lo que sí no quedan dudas es de la imposibilidad de reproducir en condiciones normales la fuerza de trabajo absorbida por este capital, sólo es una cuestión de cuán deficiente es esa reproducción. En la pureza del fenómeno, lo que tenemos a la vista aquí es que la posibilidad misma de reproducir la fuerza de trabajo en condiciones normales implica que el capital individual que la absorbe valorice su capital también en las condiciones sociales medias o normales, a la luz de la determinación de normalidad que acabamos de enfrentar.
En efecto, la duración e intensidad de la jornada de trabajo, los niveles salariales, las disparidades salariales, la formación o degradación de subjetividades productivas, la conformación de los fondos jubilatorios sobre la base del pago de los “descuentos jubilatorios”, sin más, todo lo que enfrentamos como el valor de la fuerza de trabajo en el anterior apartado se determina por este proceso que actualmente rige la vida humana en su conjunto, la acumulación de capital y la forma específica que tome al interior de cada espacio nacional.
1.3. El desarrollo del capital como desarrollo de la producción de plusvalía relativa, su objetivación en la base técnica a partir de la década de los setenta y la subjetividad productiva obrera
A partir de mediados del siglo pasado la producción mundial comenzó a tomar un camino que revolucionaría las formas generales que tenía hasta el momento. El puntapié inicial en este proceso, justamente no por casualidad, es el desarrollo del transistor para finales de la segunda guerra mundial, como desarrollo de su antecesora, la válvula de vacío. Este dispositivo permitió el avance exponencial de lo que hasta ese momento era una incipiente rama de la Física, la Electrónica. A partir del desarrollo de la Electrónica -rama netamente práctica por definición- se abre la posibilidad de desligar al obrero de una de las cuestiones fundamentales de su trabajo, el control sobre la maquinaria.
En primera instancia, el control electrónico mejoró sustancialmente las posibilidades de cuantificar las variables del proceso de producción, como la velocidad de control y conteo de la maquinaria, con la simple razón de mejorar cualitativa y cuantitativamente la información acerca del proceso de trabajo para que el obrero decida a partir de la misma. Este desarrollo en la productividad del trabajo le quita particularidades productivas a la fuerza de trabajo debido a que la formación que hasta antes de este cambio se necesitaba para desplegar este trabajo -la utilización de las herramientas específicas de medición- ya no son necesarias. La potencialidad que se abre con la posibilidad de medir las distintas variables del proceso de producción electrónicamente es la de automatizar dicho proceso, es decir, que la maquinaria por medio de instrucciones predeterminadas descargue las fuerzas de la naturaleza que la misma controla de manera autó- noma pudiendo medirla.
El camino hacia la automatización encuentra su quiebre en el desarrollo de los sistemas de almacenamiento de datos, debido a la necesidad de guardar instrucciones que se van desplegando conforme pasa el tiempo. Así, la capacidad de procesamiento de instrucciones se fue complejizando a partir de la utilización del transistor -generalmente en su función como interruptor – junto con dispositivos de temporización que ejecutaban las instrucciones en tiempos determinados. Todo este set de instrucciones era almacenado en distintos formatos -como por ejemplo las tarjetas perforadas o cintas magnéticas- hasta llegar a la posibilidad de memorizar instrucciones en “estado sólido” a partir de la utilización intensiva del transistor.
Todos estos avances que arrancaron a mediados de la década de los cuarenta, se consolidaron en tan solo veinticinco años en la célula madre de la informática actual, base de la automatización en gran escala, el microprocesador. El mismo, permitió profundizar la capacidad de procesamiento de instrucciones, las cuales cada vez podí- an resolver mayor cantidad de operaciones lógicas, potenciando a su vez este proceso por el desarrollo de la capacidad de memoria. Estos avances permitieron dar el puntapié inicial para la automatización de toda clase de procesos productivos, tanto por medio de automatismos específicos “a medida” como por automatismos dinámicos programables, como son los robots industriales de hoy. Este avance da la estocada final para terminar de arrancarle al trabajador procesos específicos que antes tenía bajo su control hasta la automatización del proceso productivo, la transformación productiva de las materias primas estaban, en mayor o menor medida, bajo las decisiones formales del obrero con su pericia, pero, actualmente, la máquina es la que lleva adelante completamente el proceso productivo de transformación sobre las materias primas, sin la necesidad de la decisión del obrero. En última instancia el obrero cumple un rol de asistencia a la máquina controlando su correcto funcionamiento y abasteciéndola de materias primas, es decir se objetiva concretamente, y cada vez más, como un apéndice de la maquinaria (Marx, 2012 [1867]). Este proceso visto hasta aquí, con respecto a los cambios en la base técnica que se desata a todo vapor a partir de la década de los setenta, tiene como primer consecuencia la pérdida, por parte del obrero, de características productivas que antes eran esenciales , por lo que los atributos productivos que antes se debían tener para operar en un determinado proceso de producción, hoy ya no son necesarios, y, en todo caso, si se los tiene no son reconocidos por el capital.
Ahora bien, la intensidad que toma este proceso se pone de manifiesto en la producción constante de innovaciones técnicas, las cuales, a su vez, van intensificando la necesidad de avances científicos que las sustenten. Así, conforme se va magnificando la necesidad por las innovaciones, el proceso mismo de su desarrollo se complejiza. La ciencia en su conjunto se va fragmentando en distintas ramas por la necesidad de especialización de los científicos y el tiempo que requiere su preparación para poder desplegar su trabajo. En este sentido, todo el proceso de producción de la innovación también se fragmenta en distintas necesidades operativas. La profesión de ingeniero, por ejemplo, tal cual la conocemos hoy, es uno de estos casos, ya que los mismos no enfocan su proceso de trabajo concreto en la producción de “descubrimientos científicos”, sino que parten de los mismos para desarrollar formas particulares de articularlos aplicándolos a la producción concreta, objetivándolos en la maquinaria.
A su vez, respecto de las innovaciones que se presentan en las materias primas, las mismas se rigen por las potencialidades de la maquinaria de procesarlas, ya que las mismas son producidas en tanto puedan ser transformadas por la tecnología disponible. Así, como vemos, la innovación en la maquinaria es la que rige el proceso tanto de innovaciones en la ciencia básica como en lo que podrí- amos llamar la “ciencia aplicada”. Ya tenemos delante a la fragmentación de la subjetividad obrera que se desarrolla con la producción de plusvalía relativa. Por un lado, a los obreros que tienen un rol de asistencia a la maquinaria en el proceso productivo y por el otro a los obreros que desarrollan las innovaciones objetivadas en la maquinaria. Los primeros son los que con el desarrollo de la nueva base técnica pierden atributos productivos, son los que antes empuñaban las herramientas descargando un trabajo organizado por su pericia y que dicho trabajo ahora se descarga automáticamente mediante la maquinaria. El segundo grupo necesita subir sus atributos productivos de acuerdo con la exigencia que impone el desarrollo de las innovaciones.
A su vez, dentro de este último grupo encontramos una subjetividad científica que brota de esta complejización y fragmentación del proceso de producción al momento de gestionar un capital individual cada vez más grande, con un plan de producción cada vez más complejo, organizar a un colectivo obrero multiplicado, consumiendo cada vez más medios de producción, etc. Nos referimos aquí a los administradores y gerenciadores de los distintos capitales individuales, los cuales también se presentan como vendedores de fuerza de trabajo que necesitan subir sus atributos productivos. Estos dos grupos analíticos de subjetividades productivas son los que a nuestro entender, y de acuerdo con las características particulares de cada rama, marcan la tendencia del valor de la fuerza de trabajo respecto de la necesidad de formación presentándose como dos polos -separados simbólicamente por la maquinaria- en torno de los que giran las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo de acuerdo con las necesidades de la acumulación de capital en la escala mundial. El proceso descripto es analizado por Fröbel concluyendo que “[…] la fuerza de trabajo para la ejecución del proceso productivo dividido en elementos aislados puede comprarse mucho más barata que como capacidad de trabajo de un solo trabajador. […] El desglose del proceso productivo de una mercancía en elementos separados permite al empresario comprar concretamente la fuerza de trabajo exactamente cualificada para cada elemento y, consecuentemente, la más barata posible. […] Las exigencias de la competencia convierten esta posibilidad en una necesidad.”(Fröbel 1980, pp. 44) A su vez, cada una de estas subjetividades es forma concreta y potencia latente de la producción de plusvalía relativa y las mismas se van desplegando conforme ésta va corriendo los límites de reproducción física del ser humano, corriendo, como vimos, los límites para la posibilidad de formación intensiva de la fuerza de trabajo. Con todo esto, lo que tenemos delante no es más que la forma en que los cambios en el proceso concreto de trabajo van transformando las características productivas de los obreros. Es decir, cómo los cambios en la materialidad del trabajo determinan la subjetividad productiva del obrero (Iñigo Carrera, 2008) y con ella su valor.
2. La nueva base técnica, el impacto en la unidad mundial de la acumulación de capital en general y en nuestro país en particular
En esta sección avanzaremos en las formas de expresión particulares que tomó el despliegue del contenido que desarrollamos en la primera sección. Desdoblaremos el análisis en dos apartados, el primero se abocará al análisis de las formas productivas nacionales que brotaron de las potencias de la nueva base técnica y que rigen el consumo de fuerza de trabajo en la escala mundial. En el segundo apartado analizaremos las formas que toma este proceso en nuestro país enfrentando el papel jugado por el mismo y las consecuencias para la población obrera nacional.
2.1. La realización de la acumulación de capital en torno de la Nueva División Internacional del Trabajo
Como vimos, al transformarse el proceso concreto de trabajo el capital comienza a demandar fuerza de trabajo con atributos productivos diferenciados, ampliados o degradados. Pongamos especial atención a la demanda de fuerza de trabajo de subjetividad productiva degradada, es decir, sin una formación especializada que implique aplicar su pericia. La demanda ampliada de este tipo de fuerza de trabajo abre la posibilidad de utilizar obreros que hasta el cambio en la base técnica no eran demandados dada su subjetividad. Este es el siguiente punto fundamental en nuestro análisis, siendo, justamente, la posibilidad de incorporar a la producción masas de población obrera que antes no regían su proceso de vida bajo las formas genéricamente capitalistas -determinándose como una porción de población obrera sobrante para las necesidades del capital hasta ese momento- en estado latente . Este es el caso de la entrada en producción de la fuerza de trabajo existente en el sudeste asiático. La población obrera sobrante existente, en principio, en el este asiático tiene particularidades que la hacen susceptible de utilización por parte del capital con las nuevas tecnologías disponibles. Es decir, eran campesinos libres, por ende portan la primera condición para venderse como fuerza de trabajo, sometidos a un estricto régimen tributario fundamentado sobre la agricultura bajo riego en gran escala, pero que cuentan con la tierra como medio de producción para su subsistencia. La cuestión aquí pasa a ser cuál es la forma particular en que cada espacio de acumulación de capital porta a su población con la segunda condición para objetivarse como obrero, la de no contar con los medios de producción para su reproducción. Cada recorte nacional, de acuerdo con la forma concreta que toma su desarrollo en los distintos sucesos históricos, determina el movimiento de su población bajo estas condiciones. El primer caso paradigmático es el del Japón y su cambio estructural desatado en todo su esplendor luego de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial sobre su territorio. Aquí, la forma que toma la utilización de la fuerza de trabajo abaratada es la producción de indumentaria y calzado para el mercado mundial (Iñigo Carrera, 2008).
Es así que los procesos productivos que demandan un despliegue de fuerza de trabajo de subjetividad degradada se deslocalizan de los países donde antes contaban con obreros calificados, buscando la fuerza de trabajo simple, abaratada relativamente. Por esta razón se verifica una elevada tasa de desempleo sostenido en los países industrializados (Fröbel et al, 1980). De manera general, los países industrializados se focalizan en la utilización de su fuerza de trabajo de origen por medio de la suba de su subjetividad productiva, pasando por sus manos tanto la administración planificada de los procesos globales de trabajo como la producción de innovaciones y diseños industriales. La cuestión aquí pasa porque esta demanda por fuerza de trabajo de subjetividad productiva expandida es limitada, por lo que este efecto en conjunto con la deslocalización de los procesos productivos produce una masa de desempleados que ya no son, ni aparentemente lo serán -de acuerdo con el aumento del nivel medio de desempleo para las ultima cuatro décadas- demandados por el capital (Bonals y Monteforte, 2014). Ahora bien, son variados los casos de espacios de acumulación de capital que entran en producción bajo la condición de contar con fuerza de trabajo de subjetividad productiva degradada -Japón, Taiwán, Corea del Sur- sin embargo el espacio de acumulación que cambia radicalmente las bases generales de la producción en el nivel mundial, y que todavía se encuentra en pleno desarrollo, es la República Popular China.
Aunque ya sabemos que no podemos enfrentarnos acabadamente a la reproducción de la fuerza de trabajo a partir de la cuantía del salario sí podemos reconocer en su movimiento las tendencias generales antes planteadas, luego, claramente, de habernos enfrentado a las determinaciones generales del ámbito de acumulación.
Veamos, a la luz del gráfico 1, qué particularidad encontramos en torno de la remuneración asalariada en el espacio de acumulación chino. Desde el comienzo de la serie hasta mediados de los años noventa el salario chino en relación de paridad de poder de compra (PPP por sus siglas en inglés) con el estadounidense se mantuvo en torno de 20 veces por debajo de éste último.
Se puede ver una aceleración desde principios de la década de los ochenta que, justamente, concuerda con la primera apertura de la economía china a los capitales extranjeros, acelerándose aún más hacía principios de la década de los noventa. Ahora bien, lo que podemos notar en torno de estas tendencias es la realización de la potencia abierta por el desarrollo de la nueva técnica. Como en todo proceso que se desarrolla, en el modo de producción capitalista la necesidad social toma forma en torno de las potencias materiales de las que dispone en cada momento, el mismo empuje que produce la producción de plusvalía relativa se desplegó en torno de la necesidad de fragmentar el obrero colectivo conformado hasta ese momento en subjetividades homogéneas de acuerdo con la necesidad de regir el proceso de trabajo mediante su pericia.
En el momento en el que se desarrolla la nueva división social del trabajo el modo de producción capitalista echó mano a las porciones de población que hasta ese momento sobraban para su propio desarrollo, y que era posible utilizar debido a las “nuevas necesidades” sociales que brotan del mismo desarrollo del modo de producción. Toda esta cuestión, como vemos, no se lleva adelante por un abstracto poder ser de la economía china, por ejemplo. La economía china corrió la suerte de convertirse en potencia de las nuevas formas de producción mundiales. Así, el desarrollo de esta economía se convierte hoy en la potencia latente del modo de producción capitalista de revolucionar las fuerzas productivas de la sociedad en torno de portar justamente en su interior, por lo menos al principio del proceso, fuerza de trabajo de subjetividad relativamente degradada.
Así, en apariencia, el desarrollo de las condiciones de vida de la población de este espacio nacional de acumulación se puede presentar como una abstracta potencia, sin embargo, como vemos, responde a una necesidad históricamente concreta y sólo gracias a esta necesidad es que entra en producción estimulándose las condiciones de reproducción de su fuerza de trabajo. El salario real chino y con él el de paridad con respecto a Estados Unidos comienza a crecer explosivamente a partir de mediados de la década de los noventa para llegar hoy en día a representar cerca de 1/4 del salario norteamericano. Esta razón se fundamenta por dos grandes procesos: en primer lugar, la baja relativa del reservorio de población obrera sobrante latente, es decir el agotamiento paulatino de la población rural que fue migrando a las ciudades, netamente desde mediados de la década de los noventa (Bonals y Monteforte, 2014). Y, en segundo lugar, por la necesidad de ir subiendo los atributos productivos de los obreros que se desenvuelven al interior de la economía china conforme va avanzando la acumulación de capital. Mediante la posibilidad de fragmentar los procesos de trabajo, la acumulación de capital muestra hoy más que nunca su contenido mundial, el cual en general se presenta con la forma de economías nacionales que “aportan” a un “orden mundial”.
Desde el momento en que los valores de uso se nos presentan como valores objetivados en su forma sustantivada -el precio- el contenido mundial del modo de producción capitalista es una potencia latente y que se desarrolla en su devenir histórico. El enlazado productivo actual en la escala mundial, no es más que el desarrollo de la universalidad del modo de producción capitalista bajo las formas concretas de la producción de plusvalía relativa. Hasta aquí, el desarrollo de la nueva base técnica y las formas concretas que toma el capital en su unidad mundial empuja la producción de plusvalía por dos lados, tanto por la suba de productividad del trabajo que traen consigo las nuevas tecnologías, como la posibilidad de aprovechar masas de población obrera sobrante latente, la cual se encuentra fuertemente abaratada.
Con esto a la vista podemos enfrentar la forma general del capital medio hoy en día, la parte necesaria de su capital puesta en innovaciones, desarrollo de productos y su propia administración se concentra en los espacios de acumulación desde donde se deslocalizó el capital, donde se concentra la fuerza de trabajo de subjetividad productiva expandida. Por otro lado, la parte de su capital que puede absorber trabajo simple, el trabajo de transformación material específico, el ensamblado, la confección, etc., se concentra en los ámbitos de acumulación que disponen de fuerza de trabajo barata, en nuestro caso de análisis, la República Popular China. Esta fragmentación que veíamos en las subjetividad obrera, es la que el capital medio posee hoy como potencia de acumulación, es su forma genérica actual. Con todas estas cuestiones, empecemos a transitar el análisis del impacto que estas transformaciones en la producción mundial trajeron a nuestro espacio nacional de acumulación.
2.2. La expresión nacional de la Nueva División Internacional del Trabajo
Encontramos en el capital individual que se valoriza en el nivel nacional dos aspectos fundamentales que específicamente le imposibilitan actualmente producir en sintonía con las formas productivas que posee un capital medio, implicando un estrangulamiento en torno de la posibilidad de seguir valorizándose internamente. En primer lugar, como vemos en el gráfico 2, con respecto a los niveles y evoluciones de la productividad nacional relacionadas entre sí en la productividad relativa, las características productivas de los capitales individuales nacionales no configuran una anatomía acorde con la composición técnica promedio necesaria para estar en la normalidad de las condiciones sociales de producción. La productividad nacional con respecto a la de Estados Unidos, no llega históricamente a representar 1/4 de ésta.
Esta cuestión nos pone delante de la determinación general del capital que se acumula en nuestro país, el mismo se presenta como un pequeño capital, consolidado en dicha condición. La históricamente baja productividad es una clara muestra de la escala reducida de la producción que implica la imposibilidad de valorizarse a la tasa media de ganancia. Por esta razón la posibilidad de producir en las condiciones medias deslocalizando la producción no era una posibilidad para los capitales que se valorizaban en nuestro país.
En segundo lugar, como vemos en el gráfico 3, la fuerza de trabajo disponible en nuestro país es relativamente más cara que la disponible en las nuevas zonas donde los capitales individuales medios están localizando su producción. Esto debido a que las tecnologías disponibles en nuestro país se presentan como anacrónicas respecto de las vigentes en el nivel mundial demandando un obrero con una formación fuertemente universalizada, un obrero que todavía debe retener parte de su pericia, puesto de relieve también, por ejemplo, en los niveles de alfabetización que ostentaba nuestro país en el momento en que entra en vigencia la nueva base técnica. Mientras la fuerza de trabajo promedio china podía comprar cerca de 20 veces menos que la fuerza de trabajo norteamericana, la nacional sólo se podría comprar entre 1/3 y 1/2 menos. Teniendo en cuenta a su vez que, por la simplicidad del trabajo a realizar por esta fuerza de trabajo, podríamos pensar que, por lo menos al principio del proceso descripto, no hacía falta prácticamente tener atributos productivos por lo cual lo que determinaba el lugar en el que se deslocalizaría el capital era simplemente dónde consiguiera la fuerza de trabajo más barata y, como vimos, con los atributos disciplinarios necesarios.
Así, la posibilidad de recibir en nuestro país a los capitales medios que se deslocalizan desde sus países de origen en la búsqueda de fuerza de trabajo abaratada, convirtiéndonos en una “plataforma de exportación”, tampoco era viable aquí. En resumen, los capitales presentes en nuestro país no contaban con la anatomía del capital medio necesaria para deslocalizar su producción en sintonía con las nuevas formas de producción y, además, tampoco contábamos con una fuerza de trabajo acorde para ser un destino que aloje a los capitales que se deslocalizaron de sus países de origen buscando fuerza de trabajo barata. Pues bien, debemos contestarnos acerca de cómo se acumulan sostenidamente capitales que no cuentan con la anatomía del capital medio y, además, cómo se expresan en nuestro país las nuevas formas productivas en la escala mundial.
En primer lugar, como vimos en la primera sección, un pequeño capital tiene una tensión interna respecto de la realización de su tasa de ganancia, ya que la misma, en general, tiende a contraerse conforme el mismo se va rezagando productivamente para alojarse por debajo de la media. Por esta razón existe una presión exacerbada sobre la explotación de la fuerza de trabajo que absorben los mismos en aras de compensar su baja productividad al no poder absorber ganancias en torno del desarrollo de la productividad del trabajo. Expresión de este proceso en nuestro país son las violentas fluctuaciones a la baja del salario real que se verifican en relación con las del salario estadounidense como vemos en el gráfico 4, las cuales se conforman en una compensación de los altos costos relativos. Ahora bien, una vez decantadas las fluctuaciones, igualmente el salario real hasta mediados de la década del setenta mantuvo una tendencia creciente considerable, aunque no alcanzara la del salario estadounidense.
Es decir, la necesidad de los capitales de expandir la compensación de los costos cada vez más altos, dada su cada vez más baja productividad relativa, nos haría esperar una baja sostenida en el salario real como tendencia general, sin embargo no se verifica dicho efecto. Pues bien, la cuestión pasa aquí por la forma originaria que tiene el capital nacional de compensar los costos regresivos, siendo ésta la plusvalía en forma de renta agraria que circula hacia nuestro país (Iñigo Carrera, 2007, 2014). Los capitales que se acumulan aquí encuentran su razón de existencia en la compensación por medio de la apropiación de esta porción de riqueza social que circula al interior de nuestras fronteras planteando la especificidad de la acumulación de capital en la Argentina sobre la base de las distintas formas de apropiación de la misma. Este problema, en general, se disimula muy bien cuando se presenta a la industria nacional como “naciente” o “en desarrollo”. Sin embargo, cuando nos enfocamos sobre los capitales que se acumulan aquí podemos ver que la mayoría son capitales que en la escala mundial se acumulan como capitales medios, por lo tanto, deben poder realizar la tasa media de ganancia aquí para, de mínima, realizar la tasa media de ganancia sobre el total de su capital. Esta cuestión plantea una contradicción debido a que en la Argentina un capital sin contar con la anatomía de un capital medio puede apropiar la tasa media de ganancia. Es decir, el que nuestra industria sea históricamente “naciente” o “en desarrollo” no se presenta ya como un resultado fallido sino que se conforma en el vehículo para que el capital medio en la escala mundial se acumule a contramano de su forma genérica ya que para que se mantenga aquí debe poder compensar sus costos siendo esta la forma específica de la apropiación de la plusvalía en forma de renta.
El “subdesarrollo” constante y persistente de nuestra industria no es una cuestión fortuita, es la forma necesaria que tiene el capital medio de apropiar una porción de riqueza social valorizando maquinaria -parte componente de su capital constante- que queda obsoleta en sus países de origen y que es el fundamento de la “estructura de costos” crónicamente regresiva de la industria nacional. En efecto, la etapa que va hasta la década de los setenta se presenta como un momento histórico en el que la renta alcanzaba como forma general de compensación de los capitales.
Las fluctuaciones que vemos en el salario hasta dicha década son la expresión de los ciclos de exacerbación y caída de la renta agraria -gráfico 4- y el consecuente restablecimiento de la acumulación de capital sobre la base del ajuste de la economía nacional por medio de la baja en el salario real, presentándose la baja del salario real como una cuestión coyuntural, como un agotamiento temporal de la compensación. En general, a este proceso cíclico se lo conoce exteriormente en la bibliografía como “stop and go”, invirtiendo las determinaciones cíclicas reales de nuestra economía (Jaccoud et al, 2015). Ahora bien, el desarrollo de la nueva base técnica pone en jaque la acumulación de capital en la Argentina a partir de la década de los setenta debido a la redoblada presión de la productividad del trabajo media en la escala mundial. Además del salto en la productividad que implica la nueva base técnica, los capitales medios se centran sobre sus espacios originarios de acumulación en el desarrollo de productos, innovaciones y en la planificación y administración de la producción aprovechando las potencias de las nuevas tecnologías de la información, llevándolas al máximo.
A su vez, pueden aprovechar la fuerza de trabajo abaratada que da un plus sobre la potencia de acumulación de los capitales medios. Esta presión redoblada se hace sentir en los capitales nacionales a quienes la compensación de sus costos mediante la riqueza social que fluye en forma de renta ya no les es suficiente. La forma de liberar esta presión fue avanzar sobre las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo.
Esta contradicción inherente al modo de producción capitalista en la compra-venta de fuerza de trabajo exacerbada en el pequeño capital, que sólo se presentaba en potencia al final del apartado 1.2, aquí se presenta en la realidad y con las formas más crudas a partir de la baja tendencial del salario que se verifica desde mediados de la década de los setenta (gráfico 3). Cabe aclarar que si en promedio el salario real verificado antes de la década de los setenta se presentaba como a la par del valor de la fuerza de trabajo, necesariamente el período posterior se presenta como un pago neto por debajo del valor de la fuerza de trabajo ya que, por ejemplo, en el período más brutal de baja del salario real, entre 1974 y 1976, no hay forma de que hayan cambiado repentinamente los atributos productivos de la población para que la misma deje de valer lo que valía. A su vez, dada la brecha entre las remuneraciones salariales nacionales y estadounidense en PPP podría pensarse que en alguna medida la fuerza de trabajo ya se vendía antes de la década de los setenta por debajo de su valor, apoyada esta hipótesis por las violentas fluctuaciones del salario nacional que se verifican históricamente.
Es difícil pensar que una fuerza de trabajo se venda por su valor si en algunos momentos recibe un ingreso y luego, sin haber cambiado sus atributos productivos, el mismo se reduce, imposibilitando justamente tanto su normal reproducción como la de su familia. Una fuerza de trabajo que no apoya su reproducción en torno del despliegue de sus atributos productivos sino que se reproduce en calidad y a condición de que el capital encuentre una masa de riqueza social extraordinaria dentro de su espacio nacional de acumulación para compensar su baja productividad se presenta como una masa de población obrera estancada en su condición de sobrante, la cual solo vende su fuerza de trabajo a condición de venderla por debajo de su valor (Iñigo Carrera, 2007). Claramente la fuerza de trabajo nacional no es una masa homogénea por lo que en algunos estratos la venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor puede ser imperceptible y en otros por demás explicita. Es y será trabajo de futuras investigaciones las distintas formas concretas que toma esta determinación general en torno de las deficiencias en la reproducción de la fuerza de trabajo nacional.
3. Comentarios finales
Fue nuestro objetivo poner de relieve las determinaciones generales que dan forma a las expresiones concretas de la reproducción de la fuerza de trabajo nacional, fundamentando cómo la forma deficiente, históricamente hablando, en la que se reprodujo la fuerza de trabajo no es una cuestión fortuita, de “intereses” o “aspiraciones” de la población obrera39 , ineficiencia política y tampoco una cuestión coyuntural, sino que se debe a la forma específica que la relación social general de producción, el capital, tiene en nuestro país.
Esta especificidad por supuesto fundamenta particularidades en las formas de conciencia individuales y en las correspondientes formas políticas, sin embargo estás no son el fundamento de la especificidad nacional sino más bien sus formas de existencia. El camino más potente que el capital le dio a la plusvalía en forma de renta de la tierra que fluye hacia nuestro país es que la apropien los capitales medios que son genéricamente los que desarrollan las fuerzas productivas del trabajo social y se fragmentan para acumularse en escala reducida aquí. Esto no es más que la forma de apuntalar las tasas de ganancias de los mismos.
La cuestión pasa por el papel que le toca a la fuerza de trabajo nacional que, así como es atributo de este proceso y solo así existe, su reproducción está atada al mismo conformándola de manera general como una población obrera sobrante estancada para las necesidades del capital. Esto no quiere decir que estamos condenados a la muerte o que no tenemos potencialidad como un fragmento de la clase obrera mundial, sino que estamos expuestos a las violentas fluctuaciones de lo que determina el ciclo de nuestra economía, la renta -siempre que la haya, claro está.
El futuro de la reproducción de la fuerza de trabajo nacional no presenta rasgos alentadores. En primer lugar, la renta de la tierra que fluye actualmente mermó sus niveles extraordinarios, solo comparables con los del primer y segundo mandato de Perón (gráfico 4), por lo que por ese lado se espera un ajuste salarial el cual se está desatando en este preciso momento con una devaluación de más del 40% condimentada con una quita de retenciones que está llevando adelante el nuevo gobierno electo. A su vez, los signos de la crisis mundial no frenaron sino que se siguen acentuando expresándose en las crisis migratorias, el freno en la producción de una de las únicas economías en crecimiento actualmente, China, la imposibilidad del despegue de las economías europeas aun con tasas de interés reales sostenidamente negativas, etc. Estas cuestiones no hacen esperar una suba inminente de la demanda de las mercancías agrarias que producimos por lo que tampoco se espera una suba sustancial de la renta de la tierra. Así, parecería que el ciclo de estancamiento de la economía vuelve a tomar forma, probablemente apaciguado por la posibilidad de tomar deuda para estirar la agonía hacía lo que repetidamente nos mostró como resultado el devenir de la historia nacional, un ajuste todavía más severo sobre nuestras condiciones de reproducción.