Por Gabriel Eiriz
Tropezar con una piedra no es pecado ni constituye torpeza. Hacerlo en repetidas oportunidades, sí. Eso es lo que representa hoy el voto a Juntos por el Cambio. Volver a creer las probadas mentiras de campaña del actual presidente Mauricio Macri se configura en dos alternativas posibles: o bien credulidad o simple odio de clase hacia los sectores populares.
Resulta insultante escuchar la plataforma del macrismo para los próximos cuatro años. Al menos, a la vista de los resultados obtenidos por las políticas de ajuste, desindustrialización, dolarización de tarifas, cierre de empresas y comercios, y una fenomenal caída del empleo, es cuanto menos una cachetada intelectual. Esto, sumado al salto cuantitativo y cualitativo en los niveles de pobreza, que para fin de este año se proyecta en 40%, es lisa y llanamente una provocación.
Así se desprende de las promesas que iniciaron ayer en la marcha del «Sí, se puede» que encabezó Mauricio Macri en Barrancas de Belgrano y que promete llevar a 30 localidades de todo el país.
«Viene el alivio a fin de mes», gritó enfervorecido ante unos 25 mil creyentes, luego de arrasar con el salario en niveles superiores al 20%. «Ahora viene el crecimiento, viene el trabajo», dijo sin un atisbo de vergüenza luego de arrasar con la economía doméstica.
«Sé que el último año y medio fue muy difícil y que la clase media fue la que hizo el mayor esfuerzo. Los escuché, tomé nota. Ahora viene el crecimiento, viene el trabajo y viene el alivio en el bolsillo a fin de mes porque todos los necesitamos. Quiero decirle que el esfuerzo no fue en vano, porque comenzamos a resolver problemas de hace 70 años», reconoció Macri.
El presidente aseguró, otra vez, que lo peor ya pasó y que el esfuerzo -desmedido- que hicieron la clase media y los trabajadores rendirá sus frutos en un eventual segundo mandato, -prácticamente descartado por el resultado de las PASO-.
Según dejó saber, en el concurrido acto que realizó este sábado frente a la estación Belgrano C del Ferrocarril Mitre, el jefe de Estado buscará aliviar impuestos y fomentar el empleo, y se dirigirá a los industriales, las pymes y los monotributistas, todos fuertemente golpeados -sino aniquilados- por sus políticas económicas que solo favorecieron al sector financiero, energéticas y algunos pocos rubros que se quedaron sus amigos-.
«La clase media hizo el mayor esfuerzo, pero tomé nota, los entendí», dice ahora a los agonizantes contribuyentes que confiaron en él en 2015. Algo así como «la maté pero la quería». Es tarde, el viandazo fue tal que ya nadie cree sus mentiras. Nada se parece más a la parábola de «Pedro y el Lobo» (cuento infantil que relata la historia de un pastor que se divertía con mentiras a costa de los vecinos y que, cuando se convirtieron en realidad, nadie le creyó).
Ahora Macri promete que «lo que viene es distinto», pero la verdad es que lo que viene es lo mismo, pero más rápido. Lo dijo él mismo en una entrevista en los Estados Unidos.
Las PASO del 11 de agosto mostraron que ya nadie cree en el gobierno de Cambiemos, ni los argentinos ni los mercados. El PRO volverá, seguramente, resignado a un partido vecinal con presencia en pocos distritos.
La ausencia de Vidal en el acto de ayer es también una muestra de la falta de confianza en el empresario devenido en presidente que arrasó con todos, todas y todes.
La frutilla del postre fue el insólito viaje que realizó desde Olivos a Barrancas en tren, algo que en su vida hizo y que está a años luz de sus habituales paseos en helicóptero y los vuelos en primera clase.
La marcha del «Sí, se puede» fue el inicio de la gira de despedida de un pésimo presidente.