Foto: Wikimedia //N Superfilmfan // CC BY-SA 4.0

A punto de cumplir 90 años, la que fuera uno de los pilares de la Nouvelle Vague junto a Godard, Truffaut o Bazin ha vuelto a ponerse detrás (y delante) de una cámara para dirigir su último documental: Visages Villages.

Lo ha hecho 9 años después de su último estreno, Les plages d’Agnès, en el que hacía un repaso a través de su vida personal y trayectoria profesional valiéndose de diferentes materiales audiovisuales.

Este retrato autobiográfico, realizado cuando la cineasta contaba con 80 años, sonaba a despedida pero no hay nada ni nadie que pueda frenar la mirada inquieta de esta realizadora francesa que el pasado noviembre fue premiada con un Oscar Honorífico, además de estar nominada con Visages Villages en la categoría de Mejor documental.

Así, mientras la gran pantalla ha sido devorada por los superhéroes, tan famosos por sus espectaculares ingresos como por los múltiples cameos que plagan sus historias que van desde el tradicional de Stan Lee hasta los de estrellas del mundo del póker, Varda ofrece una mirada atrás a aquel cine francés en el que las personas de a pie son los verdaderos protagonistas y en el que el director no es más que un personaje que se deja llevar por el momento.

En su última obra ha contado con la ayuda del artista urbano y fotógrafo JR. Este joven comenzó su andadura profesional en la adolescencia creando grafitis en diferentes calles de París. Un buen día se encontró una cámara fotográfica en el metro, lo que le permitió dejar los botes de pintura a un lado para comenzar a plasmar lo que veía en negativos fotográficos.

A partir de este momento, JR empezó a fotografiar la realidad de los lugares más peligrosos de las ciudades que visitaba, para más tarde ampliarlas a gran escala y pegarlas en edificios, muros, trenes, puentes y cualquier estructura pública capaz de albergarlas. Su arte, con un claro trasfondo social y un mensaje reivindicativo, ha pasado de las calles de París a las favelas de Río de Janeiro o a los barrios menos favorecidos de Kenia. Quizás su autodenominación como “artivista” es lo que ha llevado a Varda a fijarse en él para codirigir su último documental.

Ambos tienen en común esa consideración de arte como una herramienta de denuncia, como un medio de hacer llegar al gran público los problemas de la sociedad actual. Para ambos, además, los verdaderos protagonistas de sus obras son las personas anónimas que pueblan las calles y con las que se cruzan a diario; ellos y sus historias personales, pues todos tenemos una que en ocasiones supera los grandes relatos de Hollywood.

En Visages Villages, Varda y JR se suben a una furgoneta que se asemeja a una cámara con ruedas, y de hecho lo es porque funciona como un fotomatón gigante, para recorrer diferentes poblaciones de Francia. Sin una ruta previamente marcada, la realizadora belga y el fotógrafo se lanzan en una road movie rural que servirá como el retrato de gente anónima y del arte callejero así como del propio autorretrato de la vejez de Varda. Y es que la abuela de la Nouvelle Vague, como se la ha llamado cariñosamente en diversos medios de comunicación, es consciente de que sus ojos, esos que supieron reinventar el concepto del tiempo y captar las emociones más nimias y verdaderas, ya no son los que eran.

El tiempo pasa por esta cineasta que sabe que la muerte puede estar más cerca que lejos, pero eso no es motivo suficiente para dejarse llevar por el estatismo.

Así, Varda y JR recorren diferentes poblaciones rurales de Francia recogiendo las historias de las personas que se cruzan a su paso, desde un hombre trajeado en su último día de trabajo antes de la jubilación hasta la última habitante de un pueblo de mineros. En su camino, irán dejando constancia de todas estas personas en muros, edificios, piedras y hasta en contenedores y depósitos.

La esencia de este nuevo documental no es estrictamente novedosa, ya la habíamos visto en Les glaneurs et la glaneuse, obra en la que Varda recogía el testimonio de aquellas personas que, a su vez, recolectaban basura. Sin embargo, la realizadora tiene ese poder de conseguir reinventar el modo de contar historias, incluso la suya propia.

Visages Villages es un claro ejemplo de ello, una obra que encuentra la grandiosidad en las personas y los elementos más sencillos. Un documental que demuestra que siguen existiendo diversas maneras de hacer cine y que cada rostro oculta una historia tras de sí. Tan solo debemos sacarla a la luz.

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