La cifra gigantesca, viene creciendo como bola de nieve desde el inicio del gobierno de Mauricio Macri. El stock de Letras y pases del BCRA escaló de 322 mil millones de pesos el 10 de diciembre de 2015, cuando Cristina Kirchner dejó el gobierno, a 1 billón de pesos a fines de mayo, según el Informe Monetario publicado esta semana. Es decir, los pasivos remunerados del Central se triplicaron en un año y medio como contracara del endeudamiento en dólares del Estado nacional, las provincias, las empresas y la necesidad de esterilizar una porción de los pesos entregados en la liquidación de las divisas.
¿Alguien imagina que esto es sostenible como política permanente? Más allá de la abultada carga de intereses que genera, ¿qué pasaría si los tenedores de las Lebacs decidieran no renovar una cantidad significativa de los títulos al vencimiento y transformaran esa liquidez en dólares? La respuesta es una violenta devaluación con corrida contra el peso.
Ese es el riesgo que vienen alimentando el Gobierno y Federico Sturzenegger en forma sistemática desde que llegaron al poder. Es una bomba que va quemando la mecha de a poco y la única forma de evitar la explosión es acrecentar día a día el endeudamiento del Estado en moneda dura -para darles certeza a los inversores que pueden seguir obteniendo rentas extraordinarias con esos instrumentos en pesos y cuando quieran dar la vuelta para completar la bicicleta especulativa tendrán acceso ilimitado a los billetes verdes- y lubricar un canal para la llegada de capitales golondrina que mantenga infladas las ruedas de esa bicicleta.
Más deuda y más arribo de fondos para inversiones de portafolio tranquilizan al mercado mientras van para arriba, aunque al mismo tiempo siguen inflando la burbuja de emisión de Lebacs. El problema surge si el circuito deja de funcionar ya sea porque al Gobierno se le complica seguir obteniendo financiamiento -el mercado descuenta que eso no ocurrirá ni a corto ni a mediano plazo, sino que en todo caso deberá asumir una mayor tasa de interés- o, sobre todo, si aquellos que antes venían a comprar esos títulos del BCRA deciden mayoritariamente realizar ganancias y partir, generando un cimbronazo en el mercado cambiario.
A medida que el paquete se hace más grande, el nivel de dependencia del humor de los mercados -prestamistas e inversores especulativos- crece en la misma proporción, mientras lo que decae son los grados de soberanía del Banco Central y del Gobierno para tomar decisiones autónomas. Es una dinámica que la Argentina experimentó en reiteradas oportunidades. La última fue con el menemismo y con el gobierno de la Alianza, que un día celebró el blindaje del FMI como si eso lo tornara inexpugnable y menos de un año después debió partir en helicóptero jaqueado por el riesgo país. Sturzenegger conoce bien el proceso porque entonces era el número tres del equipo económico que conducía Domingo Cavallo.
Además del vencimiento de Lebacs por 500 mil millones de pesos del 21 de junio, menos de un mes más tarde, el 19 de julio, vencerán otros 190 mil millones de pesos (el 27 por ciento de las reservas actuales). “En menos de dos meses, en consecuencia, la masa de liquidez que el BCRA deberá refinanciar equivale al 97 por ciento de las reservas hoy disponibles. ¿Qué autonomía tendrá la autoridad monetaria para definir la tasa de interés en un contexto donde la dolarización puede ejercer impactos muy disruptivos?”, se pregunta la ex titular del BCRA. Y agrega: “Es una falacia el argumento de que sobran dólares en la economía argentina”, ya que cuando estalló la crisis de Brasil el mes pasado, por ejemplo, en apenas una semana se evaporaron el 7 por ciento de las reservas del Banco Central. “Las reservas están bajando día a día. No es lo mismo tener 52 mil millones que 45 mil millones como ahora. El Gobierno todavía puede echar mano a acuerdos con el FMI o buscar otros convenios con países o bancos extranjeros, pero la burbuja financiera que ha armado no será fácil de desarmar”, sostiene Marcó del Pont.
Cambiemos considera que volver al mundo es reinsertar al país en el circuito del endeudamiento y la desregulación financiera. Las palmadas en el hombro que recibe Macri de líderes de países centrales, como esta semana lo hizo Merkel, expone quiénes son los más entusiasmados con el proyecto.