Por Gabriel Eiriz – @gabrieleiriz
La discusión sobre ir a internas en el Frente para la Victoria en esta elección no hace otra cosa que favorecer la posición del ex ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, en una primera instancia, y al gobierno -y por definición a Clarín- en la etapa definitoria.
Sucede que las fuerzas que compiten por los escaños parlamentarios, lo harán con fórmula directa, es decir no definirán a sus candidatos en Primarias. De tal modo, buscan instalar un discurso falaz sobre el armado de la lista dentro del espacio que lidera la expresidenta Cristina Fernández.
Las elecciones primarias abiertas y simultáneas fueron instituídas en el 2009, tras la aprobación de la Ley Electoral № 26.571. En la misma se definieron básicamente dos cuestiones: qué partidos quedan habilitados a presentarse en las elecciones nacionales, -aquellos que obtengan al menos el 1,5% de los votos válidamente emitidos en el distrito de que se trate para la respectiva categoría- y la la lista de candidatos que representará a cada fuerza política. Sin embargo, para que estas premisas se cumplan, es imperioso que todos los partidos jueguen bajo las mismas reglas, algo que en esta elección no sucederá. El peronismo ya aprendió esta lección luego que en 2015 la competencia entre Aníbal Fernández y Julián Dominguez prácticamente sentenciara el triunfo de Vidal en ese distrito.
El primer interesado en que CFK no llegue, o lo haga debilitada, es el Grupo Clarín. El multimedio mantiene una disputa de poder desde hace hace años con la ex mandataria y destina buena parte de sus recursos para hostigarla a ella, su familia y todo lo representa. Claramente el monopolio de la información se vio perjudicado por las políticas que los Kirchner impulsaron durante años, propiciando un escenario de mayor pluralidad de voces y un reparto más democrático de la pauta oficial, que la empresa de Héctor Magnetto monopolizó desde el menemismo a esta parte y recuperó con la llegada de Mauricio Macri, a quien le hicieron la campaña desde la portada de su diario y las pantallas de televisión que ostentan en todo el país.
La sanción de la Ley de Medios, fue la gota que rebasó el vaso, y el Grupo empresario ve con terror la posibilidad que Cristina vuelva a protagonizar la escena política con proyección a 2019.
En las semanas siguientes asistiremos a una poderosa campaña mediática que intentará instalar al pretendido candidato Florencio Randazzo. El ex minstro le garantiza al grupo atomizar la interna del PJ y propiciar un escenario de triunfo al oficialismo -socio político y empresario de Clarín- en la elección general.
Pero la estrategia no termina en la imposición de Randazzo. Además van a ir por la figura de la expresidenta y argumentarán que se proscribe -palabra que el peronismo conoce profundamente- al ex ministro, dejando una imagen autoritaria y antidemocrática que dará tela para cortar durante interminables horas a los paneles de opinólogos que dirimen en la televisión quién es quién en la vida política y a quién hay que apoyar o rechazar.
Sin ir más lejos, en su edición de hoy, la columna que escribe, Ricardo Kirschbaum en el gran diario argentino va en esa dirección. El artículo titulado «Cristina ignora a Randazzo y no dará interna», busca esmerilar la figura de la exmandataria al afirmar que «Cristina no quiere que nadie se atreva a disputarle nada. Fue una muestra de que -en el poder o en el llano – sigue siendo lo que fue, alguien que se siente siempre un escalón por encima de los demás».
Randazzo no es ingenuo, sabe que su actitud le ofrece la oportunidad de sacarse las ganas con la expresidenta luego que ella se inclinó por Daniel Scioli en las presidenciales de 2015. El ex ministro quedó despechado y ahora busca revancha por aquel desplante. Pero su actitud es como mínimo egoísta y personalista, sabe perfectamente que la fórmula que mejor mide en la provincia de Buenos Aires es la de su viejo rival y la expresidenta. Pero sus ambiciones políticas nublan su juicio y dan por tierra con la estrategia electoral que puede garantizar el triunfo del espacio que dice representar -pese los gestos evidentes que juega solapadamente para el equipo contrario- y buscará, a como dé lugar, romper con esa estrategia. Ya tendrá arreglada una salida indecorosa para satisfacer sus ambiciones.
Por esto es que el PJ no debe habilitar internas si pretende ganar en octubre. Más allá del reclamo de algunos intendentes, la oposición y muchos editorialistas que se aferran al argumento -que en esta instancia queda vacío de contenido- sobre la defensa que hizo durante años el kirchnerismo de las PASO. Hoy este instrumento democrático queda desdibujado de su esencia original, ya que hay un acuerdo entre partes para utilizar la instancia electoral como una herramienta para destronar al peronismo y garantizar el triunfo que necesita el oficialismo para justificar la profundización de sus políticas de ajuste.
Lo cierto es que la figura del ex ministro del kirchnerismo solo es funcional a un sector del arco político y el establishment, que ve con terror la posibilidad que Cristina Fernández se imponga por goleada en octubre y harán todo lo que esté a su alcance, y un poco más, para evitar esta situación.
No hay que comerse el caramelo, el peronismo no puede darse el lujo de competir en internas y dejarle servido en bandeja al macrismo y a Clarín el triunfo de esta elección. Todas las fuerzas políticas tienen que competir en igualdad de condiciones y el pueblo soberano deberá decidir si acompaña las políticas de ajuste y aumento generalizado de precios, más desempleo y desindustrialización, o si decide volver a lo que algunos llaman populismo o asistencialismo, pero que supo propiciar una calidad de vida digna a los sectores más vulnerables del país. Es cierto que hoy, los que sufrieron restricciones durante la gestión kirchnerista, pueden comprar nuevamente todos los dólares que les privó aquel modelo, viajar al exterior a cambiar el armario cuantas veces lo deseen y hasta ganar millonadas en la timba financiera. Pero también volvió el hambre, el desempleo y el cierre de empresas, algo que durante ‘el populismo’ no estaba en la mesa de discusión.