En una declaración, el Instituto Argentino para el Desarrollo Económico (IADE), consideró que el Fondo Monetario Internacional, fue “partícipe necesario” en los delitos contra la propiedad social del pueblo argentino y ahora «debe pagar».
“Hay mucho para alentar en la agenda neoliberal” dicen los funcionarios. Pero la novedad se presenta cuando señalan que la llamada “liberalización de la cuenta capital” y las políticas fiscales de “austeridad”, tuvieron magras consecuencias. Ahora dicen: si “la apertura y la austeridad están asociadas a incrementos de la desigualdad…puede significar menor nivel y durabilidad del crecimiento”.
Increíble pero cierto. El campeón del neoliberalismo, el principal promotor de esas políticas en todo el mundo, se da el lujo de “revisar” sus propias creaciones y entender que hubo “subestimación” en la consideración de sus consecuencias negativas. Pretenden otra valoración de los procesos aumentadores de la desigualdad, al señalar que ahora “la consolidación fiscal debería ser diseñada minimizando el impacto en los grupos de menores ingresos”. Entre todas, la siguiente mención no tiene desperdicio: “La evidencia de los daños económicos de la desigualdad sugiere que los hacedores de política deberían ser más abiertos a la redistribución que lo que ellos son”. El Fondo Monetario Internacional a la izquierda de quienes siguen su ya “viejo” manual.
El neoliberalismo ha sido una estrategia para incrementar “el poder, el ingreso y la riqueza de las clases más altas de la sociedad” dicen los economistas franceses G. Dumenil y D. Levy. El programa del también francés T. Piketty muestra la fabulosa evolución de los ingresos del uno por mil más rico de la población en los países centrales; en Estados Unidos, por ejemplo, en el periodo 1980-2010, los ingresos de esos super-ricos se multiplican por 10, mientras que su participación en la riqueza agregada pasó del 7% al 22%.
El Fondo Monetario Internacional propició a rajatabla las políticas de apertura comercial, de desregulación de los mercados financieros, de fomento de las privatizaciones, de extranjerización del aparato productivo, de reformas pro mercado, de reducción del Estado Social. Estas políticas, promovidas desde fines de la década de 1970, han provocado múltiples crisis económicas y sociales: en los Estados Unidos (1980s y 2008), en Japón (1990), en México (1994), en Asia (1997) y en Argentina (2001). Ya en 2013, el FMI debió reconocer “errores de cálculo” en el crecimiento derivados de subestimar el aumento del desempleo y la caída de la demanda, provocadas por las políticas de austeridad fiscal que promovieron en países como Grecia, España y Portugal, entre otros.
Crisis y desigualdad, ese es el marco en que aparecen las “revisiones” o las “nuevas valoraciones” de la historia reciente. El economista nobel Paul Krugman denuncia los intentos del centro CATO, una institución promotora de políticas neoliberales, por borrar la palabra “privatizaciones” en sus documentos publicados, al mejor estilo del Gran Hermano de Orwell.
Los efectos del neoliberalismo en la Argentina fueron de diversa índole: aumento sustancial de la pobreza, aumento de la desigualdad, precarización del empleo y reducción del salario real. Capítulo especial fue el monumental endeudamiento externo, un mecanismo que consolidó la entrega de la dirección de la política económica del país a la banca internacional, entre cuyos actores más conspicuos figura el Fondo Monetario Internacional. Paralelamente y como contrapartida al endeudamiento externo, la fuga de los excedentes generados en el país alcanzó una cifra del orden de un PBI anual. La apertura económica y las privatizaciones consolidaron la hegemonía del capital extranjero, destruyendo el tejido industrial y generando un desempleo insoportable. El Estado social retrocedió, los trabajadores, los jubilados y pensionados, vieron recortados sus derechos. Todo ello terminó en el estallido de la feroz crisis del año 2001.
A partir del año 2003, otro rumbo tomó la Argentina. Esencialmente, una política opuesta a las “recomendaciones” del FMI. Ello permitió el crecimiento económico, la reducción del desempleo, la recuperación del salario real y del consumo popular, y el desendeudamiento externo del país. Una estrategia nacional que recompuso parte del tejido industrial perdido, que promovió la ciencia, la cultura y los derechos humanos, y que preparaba el terreno para impulsar las necesarias reformas estructurales para llevar el país al desarrollo.
En el año 2015, los avatares de la política dieron la victoria electoral a Mauricio Macri y con ello vuelve a la arena el ideario neoliberal destructor del desarrollo autónomo con inclusión y justicia social. Vuelve la estrategia de llevar a la Argentina a formar parte de ese engranaje mundial extractor de riqueza nacional. Vuelven los socios autóctonos de ese poder económico internacional. Vuelven a desplegarse las políticas del FMI.
Por todo ello, consideramos que el Fondo Monetario Internacional debe pagar. Fue el “partícipe necesario” en los delitos contra la propiedad social del pueblo argentino. Otros sostuvieron el lápiz con que se escribió la triste historia del neoliberalismo en el país, pero en el proceso penal que nuestro pueblo instruye, se identifica al FMI como autor intelectual de los planes hambreadores, desigualadores y desarticuladores de nuestra sociedad. Lograr hacer efectiva la condena del organismo acusado, dependerá de la fuerza social que podamos reunir los afectados en el mundo por esas políticas. Y ello será, pensamos, “más temprano que tarde”, en el sentido de las palabras de Salvador Allende, ese patriota latinoamericano que pagó con su vida la defensa de los intereses populares, en esa ofensiva descarnada que el neoliberalismo desplegó y pretende nuevamente desplegar en nuestra América.