Extraído del articulo de Sergio Carpenter: «El empleo, esa columna vertebral…» publicado por el Instituto Argentino para el Desarrollo Económico
La situación del empleo está en el eje de los tiempos políticos. En las encuestas de opinión, el desempleo sube varios escalones entre las principales preocupaciones de los argentinos. En las calles, diversos conjuntos de trabajadores se convocan para reclamar contra los despidos y la licuación del poder de compra del salario. Las organizaciones de los trabajadores fueron capaces de convocar unificadamente a una multitudinaria movilización como hacía décadas no ocurría.
En términos parlamentarios, el debate gira en torno a un proyecto de ley “antidespidos” que duplicaría el monto indemnizatorio. El gobierno mueve todas sus fichas para no perder la batalla política y así evitar tener que poner en práctica su anticipada decisión de vetar un proyecto que lejos de proteger al trabajador –dice- debilitaría la generación de puestos de trabajo. Niega que haya una crisis, pero se vio obligado a convocar a los grandes empresarios a un compromiso “de palabra” para evitar la disminución de sus planteles laborales y así mostrarse sensibilizado por el tema. Un compromiso no vinculante que pareciera reconocer el adagio popular “a las palabras se las lleva el viento”, pero no a su complemento: “…y a las personas, el tiempo”. El mundo empresarial está con él, aunque hay matices en la heterogénea zoología sectorial.
En una actividad convocada para tratar el tema , Germán Saller del CIEPyC (UNLP) muestra que “El empleo formal privado, registrado, creció en toda la etapa Kirchnerista, aun en el cuarto trimestre de 2015” . Contrarresta, así, opiniones en contrario vertidas por distintas espadas oficiales y muestra que el crecimiento en esa etapa fue del 79%, con incrementos por sobre ese nivel en los sectores de la construcción, el comercio, los servicios sociales y otros. La industria manufacturera también observa un crecimiento importante, del 64%. Saller presenta una desagregación por el tamaño de las firmas que sugiere un elevado crecimiento del empleo en las grandes empresas, y un amesetamiento en las micro, pequeñas y medianas empresas, a partir del año 2008, luego de las batallas políticas por el cambio del régimen de retenciones al agro. Otro aspecto que resalta, surge del análisis por provincia. A contrario de opiniones ligadas a las voces oficiales, las economías regionales también generaron genuino empleo formal privado, destacándose provincias como Formosa, Neuquén, Chaco y Santiago del Estero.
Más orientado a la coyuntura presente, Hernán Letcher del CEPA, presenta información sobre el conjunto de medidas del gobierno de Mauricio Macri . Releva datos de distintas fuentes que determinan un conjunto de 140.000 despidos en los últimos 5 meses, tanto en el sector privado (57%) como en el público (43%). Releva también los acuerdos paritarios, destacándose la pérdida del poder adquisitivo del salario. Analiza las medidas propuestas por el gobierno, tales como la devolución del IVA a sectores vulnerables, el paquete de incentivos a las pymes y el plan primer empleo. Encuentra inconvenientes de variado tipo: técnicos, operacionales y políticos. Un sesgo que parece distintivo de la restauración conservadora en marcha.
Desde una perspectiva más estructural, Juan Martín Graña del Conicet (CEPED-UBA) muestra un proceso histórico de debilidad en el empleo. La tasa de precariedad alcanza casi el 35%, mientras que la brecha salarial entre trabajadores formales y precarios, llega al 50%. Desde el año 2001 se mantiene constante el número absoluto de trabajadores precarios, en unos 4 millones. Un salario real que se recupera entre 2003 y 2012, que pierde posiciones desde entonces, pero que sólo alcanza al 80% de lo que era en 1970. La evolución de esas variables remite a la búsqueda de respuestas, que llevan a Graña a estudiar la evolución de las productividades. En este sentido, observa un rezago relevante entre los países desarrollados y la argentina, y ahí parece estar el nudo del problema. En la argentina, las empresas de baja productividad encuentran estrategias de supervivencia tratando de conseguir recursos que compensen su debilidad productiva. Los grandes rubros de esas compensaciones serían tres: la renta de la tierra, la baja en el costo salarial con la consiguiente precariedad en el empleo; y la deuda. Así, la historia argentina reconoce tiempos en que esas compensaciones son suficientes y el problema productivo no se devela; y otros momentos en que no lo son y ahí deviene un periodo crítico.
El deterioro en la evolución de los salarios reales, los despidos estatales y del sector privado, la baja abrupta del consumo y las altas tasas de interés domésticas, presagian una caída en el nivel de actividad. El examen de la presente situación del empleo en la argentina, no parece arrojar dudas sobre su debilidad. Sin embargo, identificar los caminos para abordar su transformación es de otra complejidad. Era todo un desafío en el marco de un gobierno que orientaba su política hacia el mercado interno y le otorgaba al estado un rol regulador de los mercados. El presente es más arisco, suma la complejidad de tener ante sí el despliegue de una política que disminuye la acción estatal, observa la hegemonía de los grandes grupos empresariales en las decisiones de política económica, promueve los “mercados” y el endeudamiento externo e impulsa una orientación productiva concatenada al gran engranaje del mundo, el poder de la economía y las finanzas transnacionales. Pero nada es imposible, pensamos; la democracia también es esperanza.