Como en 1984, cuando en el Senado llegó a balcanizarse en cuatro bloques, el PJ parece encaminarse a una nueva fractura en el Congreso. Por un lado, está el kirchnerismo, que pretende plantarse como una oposición feroz ante el Poder Ejecutivo, y por el otro, un sector del PJ referenciado en unos gobernadores provinciales que, urgidos por la responsabilidad de administrar sus distritos, pretenden cerrar con Mauricio Macri un acuerdo de gobernabilidad.

El senador rionegrino fue el encargado de blanquear, el miércoles último ante LA NACION, la propuesta de sellar un acuerdo institucional con el Gobierno. Los términos de la oferta son, en pocas palabras, cambiar fondos para las provincias (reintegro del 15% de la coparticipación federal y financiamiento de las obras públicas presupuestadas) por los votos que al PJ le sobran en el Congreso, sobre todo en la Cámara alta, y que Macri necesita para sancionar leyes que permitan funcionar a su administración.

Sin embargo, el kirchnerismo puro no acepta negociaciones con el macrismo, al que cataloga como un enemigo ideológico y, con esa idea en mente, se plantó en su nuevo rol opositor. Con La Cámpora como punta de lanza y brazo ejecutor de órdenes que Cristina Kirchner dicta por teléfono desde Santa Cruz, no ha dejado medida del Gobierno sin criticar y ya mostró los dientes en el Congreso al rechazar el primer DNU firmado por Macri.

«Desde el cristinismo se ve con horror la postura de Pichetto», graficó un legislador peronista que, tanto por su presente como por su pasado reciente, oficia de puente entre las dos grandes tribus en que hoy se divide el peronismo legislativo.

A priori, estos mundos parecen tener sus capitales radicadas en cada una de las cámaras parlamentarias. El peronismo conciliador es mayoría en el Senado. Es lógico: ahí los gobernadores tienen mayor peso, ya que todas las provincias están representadas por la misma cantidad de senadores.

El kirchnerismo, en tanto, domina el bloque FPV de la Cámara de Diputados. La explicación está en las grandes provincias, con mayor peso de representación en el cuerpo, donde la ex presidenta pudo elegir a su gusto las listas de candidatos, llenándolas de leales y de ex funcionarios de su administración.

A eso se suma que en todos esos distritos (ciudad de Buenos Aires, provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza) el kirchnerismo perdió, por lo que estos diputados no tienen un gobernador al que responder por sus acciones.

Primeros roces

Hasta ahora, en ambos territorios la disputa se mantiene controlada. Pero ya se registraron algunos escarceos que podrían anticipar el tono de la pelea. Pichetto se encontró una tarde de enero con un comunicado redactado en Santa Cruz y firmado por 15 senadores que repudiaba en nombre del bloque del FPV los despidos decididos por Gabriela Michetti en el Senado. «El jefe del bloque soy yo», tronó el rionegrino, que había apoyado la jugada de la vicepresidenta por los abusos cometidos por Amado Boudou y APL (gremio de los legislativos). Tras los gritos del jefe de la bancada, cuatro senadores salieron a decir que ellos no habían firmado nada. Desde hace una semana, sobrevuela el bloque de diputados del FPV la amenaza de una fractura encabezada por algo más de una veintena de legisladores que responderían a los designios de los gobernadores del PJ. El anuncio, surgido de la cumbre peronista de San Juan, fue tomado como un desafío a su conducción por el jefe de la bancada, Héctor Recalde, encolumnado en el kirchnerismo. Por esa razón, convocó a una reunión para esta semana. Su intención, y la del cristinismo, es poner en vereda a los supuestos rebeldes. La jugada tiene su riesgo: si le sale mal, Recalde podría terminar por acelerar la fractura.

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