Los Lineamientos para el desarrollo económico y productivo de la Argentina, que propone el candidato Daniel Scioli, se traducen en un extenso libro llevado a cabo a través de la Fundación Desarrollo Argentino (DAR). La propuesta se basa, luego de doce años de crecimiento con inclusión, en una nueva etapa de desarrollo, que se presenta como la necesidad de un escalón superior: la del “desarrollo estructural”, que implica una transformación de la estructura productiva. El objetivo declarado es duplicar la producción en los próximos años.
Instrumentos
Infraestructura de transporte, servicios y comunicaciones, con inversión pública directa cuando sea necesario y utilizando como instrumentos centrales la banca de desarrollo, inicialmente a partir de la banca pública ya existente, tanto para profundizar el eslabonamiento entre las distintas cadenas de valor como para financiar los emprendimientos de la producción popular.
Promoción industrial sectorial, desde la perspectiva de la integración productiva y el desarrollo de proveedores donde, además del financiamiento público, se proyecta profundizar en mecanismos selectivos de compre nacional. En todos los casos pensando en la instrumentación de factores de reciprocidad y límite temporal de la promoción. Se propone como objetivo la sustitución de importaciones en los sectores de bienes de capital, bienes intermedios e insumos difundidos.
Competitividad sin el espejismo de conseguirla por la vía cambiaria a través de una devaluación, porque ése es un mecanismo que nunca cumplió su promesa de aumentar exportaciones a través de la baja de salarios, sino porque entre los objetivos principales del programa se encuentra el sostenimiento del empleo y el poder adquisitivo.
Las energías en ese plano apuntan al fortalecimiento de la “competitividad real” de la estructura productiva, por eso el énfasis en la infraestructura y el aumento de la productividad a través del empuje al crecimiento, a lo que se suma profundizar la inversión en investigación y desarrollo.
Creación de empleo de calidad y registrado. El pleno empleo constituye un punto de partida, no de llegada.
Macroeconomía para el desarrollo. Este capítulo toca una de las cuerdas más sensibles para los economistas cercanos al kirchnerismo más puro: la heterodoxia generada a partir de John M. Keynes, cuyo núcleo consiste en “mantener una demanda pujante” como multiplicadora del crecimiento. Esta expresión “demanda pujante” se repite a lo largo del libro.
Componentes macroeconómicos del plan:
– Política fiscal para apuntalar directa e indirectamente el crecimiento: inversión inducida.
– Inversión social y pública clave según objetivos de política social e industrial, no como variables de ajuste en las etapas recesivas del ciclo.
– Estructura tributaria progresiva.
– Coordinación de instrumentos para evitar usar el tipo de cambio como única variable de ajuste ante desequilibrios externos.
– Evitar la volatilidad de los movimientos de capital, en particular aquellos súbitos y especulativos.
– Programas de inversión pública sostenidos como condición necesaria para el desarrollo, como política anticíclica de empleo y punto de referencia para la inversión privada.
Finalmente, el tercer componente es la propuesta específica de transformación de la estructura productiva y de la oferta, como una condición sine qua non si se quiere sostener la expansión de la demanda sin que la escasez de divisas frene el proceso.
La clave es el papel impulsor del Estado
De acuerdo con lo señalado por Sergio Woyecheszen y Mercedes La Gioiosa, Coordinadores del área de Desarrollo Económica de la Fundación DAR, el Estado juega un rol tan preponderante como indelegable, explicitando objetivos (valor agregado en origen, integración nacional, innovación, exportaciones y empleo) y definiendo metas cuantificables de cambio hacia dentro de distintas cadenas sectoriales para poder viabilizarlos.
Destacan en conducir una política industrial orientada a la creación, no sólo de nuevos sectores, empresas proveedoras en áreas clave, sino también regular el poder de los distintos eslabones hacia dentro de cada cadena y fortalecer su inserción en cadenas globales y regionales de valor. Esto contiene varias aristas.
Por un lado, el diseño y la implementación de regímenes de promoción condicionados a objetivos específicos de integración nacional, exportaciones y empleo) para eslabones débiles, rezagados o directamente ausentes.
Como motor del cambio, de cara a un mayor escalamiento productivo, se propone profundizar la política de desarrollo tecnológico, que promueva no sólo la inversión en I&D sino que lo haga hacia dentro de un elenco de empresas cada vez más numeroso, clave para consolidar un sistema nacional de innovación que sirva al fomento de la modernización tecnológica en producto y procesos, la incorporación del diseño y la calidad como ejes de competitividad y la generación plena de capacidades locales a partir de distintos procesos de aprendizajes.
Esto es particularmente cierto para el desarrollo de sectores con mayor complejidad tecnológica, el motor central del cambio estructural. Rubros como el de Bienes de Capital, Software y Servicios especializados, Electrónica, Medicamentos y Biotecnología, Sustancias Químicas, donde el Estado jugo y juega un papel central. Hoy se cuenta con empresas estatales como punta de lanza tecnológica e industrial de la talla de Invap, Arsat, o mismo Y-TEC (YPF), así como los notorios avances registrados en áreas de defensa como Fabricaciones Militares. Las oportunidades que estas presentan incluso en términos de integración nacional son enormes, a partir de la creación potencial de miles de pymes proveedoras a lo largo de todo el país.
Para ello, otra de las claves a considerar es la protección del mercado interno y la internacionalización de empresas, a partir de una política comercial que tienda a fortalecer la producción nacional y regional, con mayor complementariedad productiva para dar escala (técnica y política) a la sustitución de importaciones de bienes de media y alta tecnología, frente a otros polos y empresas de escala global.
Párrafo aparte merecen las consideraciones de cómo financiar el proceso, para lo cual, la banca de desarrollo pasa a ocupar un lugar de preponderancia, en tanto concepto que engloba desde la creación de nuevos instrumentos para captar ahorro, nuevas formas de evaluar proyectos de más largo aliento y complejidad, acceso masivo a créditos subsidiados y de largo plazo, profundizar la banca de comercio exterior, el desarrollo de esquemas de fideicomiso (claves para infraestructura) hasta la necesidad de lograr un mayor compromiso para la relación depósitos a préstamos provincial y local y dar respuesta a las necesidades de financiamiento de las organizaciones pequeñas de la economía popular, que en más de un 80% no son hoy sujetos de crédito.