Julián (Ricardo Darín) tiene cáncer y como el desenlace es inevitable, está tomando las decisiones que considera necesarias para que sus últimas semanas tengan la mayor cuota de dignidad dentro de lo que esté a su alcance. Entonces resuelve que no se va a someter al último tramo del tratamiento, también llega a la conclusión de que de ninguna manera va a angustiar más de lo necesario a su hijo que está estudiando en Holanda, que sabe de su enfermedad pero que no está enterado de que ya no hay remedio. Y claro, está Truman, el perro que lo acompaña desde hace mucho tiempo, desde antes de que se divorciara, testigo de sus aventuras amorosas, de sus regresos después de una función agotadora -porque Julián es actor, tiene, tuvo una vida intensa y todo parece indicar que tal vez un poco caótica-, así que hay que buscarle un nuevo dueño que cumpla con una serie de requisitos imprescindibles para quedárselo.
Pero están los otros, como Tomás (Javier Cámara) su amigo que está en Canadá y no lo visita hace años y Paula (Dolores Fonzi) su ex pareja que está cerca ahí en Madrid. Y también los otros, los que lo conocen y dan vuelta la cara porque saben y no quieren constatar su propia mortalidad. Porque el tema de Truman es la muerte pero no, es sobre la entereza de decidir cómo va a ser el fin y sobre la amistad frente a un plan maestro, calculado, pensado largamente pero que inevitablemente va a friccionar con las personas que lo quieren, que quieren que esté, que aguante un poco más, que siga con los tratamientos para prolongar su vida.
El séptimo film del catalán Cesc Gay tiene una sutileza, una comprensión del tema que está tratando que apabulla. No es que sólo evita con inteligencia los golpes bajos y la sensiblería gratuita, sino que el relato recurre al humor negro o sorprende con otro recurso para derribar cualquier prevención emocional, como por ejemplo una mirada entre Julian y Tomás -Darín y Cámara que se complementan de manera perfecta-, que da cuenta de una profunda amistad que no necesita de muchas palabras. Dos amigos y Paula en el medio, que no entiende y ellos que están ahí para que acepte.
El riesgo es permanente, la tristeza está presente durante todo el relato, porque Truman no elude la sensibilidad a flor de piel, por el contrario, se hace cargo pero desde la sutileza y, a su manera, es una película esperanzadora, porque en cada escena está dando testimonio que la amistad y la dignidad pueden trascender más allá de la tragedia.
Truman
España/Argentina, 2015.
Dir.: Cesc Gay. Con: R. Darín, J. Cámara, D. Fonzi, E. Fernández, J. L. Gómez y A.Brendemühl Dur.: 108 minutos.
Muy buena
• • • • •