Macri-Dujovne

El gobierno se llena la boca hablando de la nueva inserción de Argentina en el mundo, de la apertura de la economía y la relación comercial que se abre con los países centrales. Pero los números hablan por si solos. Nada de esto parece cierto y forma parte del «nuevo relato», al menos así lo demuestra un informe de la consultora Ecolatina, que dirige el renovador, Roberto Lavagna.

«Pese a la recuperación de las importaciones de los últimos meses, el grado de apertura comercial se ubica en niveles claramente inferiores respecto a lo observado en la segunda presidencia de Cristina Kirchner y continúa posicionándonos como la economía más cerrada de la región», señaló.

Incluso, la consultora estimó que «de cumplirse las proyecciones macroeconómicas que el gobierno plasmó en la Ley de Presupuesto Nacional para 2017, el ratio de importaciones sobre PBI crecería sostenidamente hasta 2019, pero no superaría el cociente de 2011».

El informe indica que las importaciones en Argentina alcanzan al 10 por ciento del PBI, mientras que en la región ese ratio promedia el 30 por ciento. El análisis planteó que «la política comercial es una herramienta importante a la hora de dinamizar la economía local», aunque advirtió que «tal como se evidenció en los últimos años del kirchnerismo, aplicada en exceso puede estrangular a la producción doméstica».

Por lo tanto, alegó que «considerando las bajas bases de comparación de las que se parte, corresponde ser cautos antes de expresarse en relación a la avalancha importadora». «Dado que los sectores productores de bienes finales eran los más protegidos bajo el esquema anterior (DJAI), no resulta llamativo que sea en ellos donde se registró el crecimiento más acelerado de las compras externas. Por ende, todavía es prematuro hablar de ‘apertura indiscriminada’ tal como ocurrió en los noventa», evaluó.

Por otro lado, Ecolatina consideró que «no debería recaer únicamente en las políticas comerciales el crecimiento de la producción local», y afirmó que «un adecuado manejo del tipo de cambio y una presión impositiva ocupan un rol clave para apuntalar al entramado productivo interno y provocar que las empresas locales alcancen los estándares de producción internacionales».

«Además, la mejora de la infraestructura, abandonada en los últimos años, incrementaría la competitividad de nuestra economía, tornando la producción interna menos dependiente de las barreras arancelarias y cambiarias a la hora de competir con el resto del mundo», concluyó.

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