Fondo Monetario Internacional

Los técnicos que inician su trabajo hoy en el país, llamativamente -o no tanto- luego del Mini Dávos de Macri, mantendrán una serie de encuentros con funcionarios oficiales, economistas privados, banqueros y empresarios para recabar opiniones, datos y analizar en profundidad las variables económicas, con el objetivo de elaborar un diagnóstico sobre la economía argentina, según la visión de este selecto grupo.

La misión técnica permanecerá en el país hasta fin de mes, y luego elaborará un informe final que será presentado a la directora gerente de esa entidad, Christine Lagard, quien después lo elevará al directorio ejecutivo del FMI para su discusión.

El FMI ha utilizado históricamente la revisión estipulada en el artículo IV como mecanismo para forzar la aplicación en los países en desarrollo de las políticas promovidas desde el organismo. El estatuto del FMI consigna: «El Fondo supervisará el sistema monetario internacional a fin de asegurar su buen funcionamiento, y vigilará el cumplimiento por cada país miembro de sus obligaciones» [agregando que] «a fin de desempeñar sus funciones, el Fondo ejercerá una firme supervisión de las políticas de tipos de cambio de los países miembros y adoptará principios específicos que sirvan de orientación a todos ellos con respecto a esas políticas».

La principal característica de las proyecciones de crecimiento así como de las sucesivas y
posteriores “revisiones” efectuadas por el organismo es que se realizan en el marco de
sendas reuniones de representantes del FMI con economistas de la “city”, se fundamentan
en las percepciones locales en torno a la macroeconomía en base a información provista
por los medios hegemónicos -con quienes comparten la interpretación ortodoxa sobre la
economía-y luego forman expectativas en la economía local en virtud de los diagnósticos
expuestos.

En efecto, si observamos las estimaciones para el crecimiento de la economía argentina realizadas por el FMI a octubre de cada año (es decir sólo a tres o cuatro meses de darse a conocer el verdadero guarismo de crecimiento), se constata una sucesión de “errores” que, no obstante, mantienen una llamativa coherencia.

Según informó el Centro de Economía Politica de Argentina (CEPA), el Fondo en sus prácticas habituales orientadas a manipular la confianza de las consultoras internacionales, sobreestimó el crecimiento en los años recesivos de 2000, 2001 y 2002 (7,97 puntos porcentuales por encima, en promedio) mientras que entre 2002 y 2015 (sin considerar las excepciones en 2008, 2012 y 2013) subestimaron el crecimiento en 3,16 puntos porcentuales, en promedio. Es decir que durante el período de gobiernos kirchneristas -enfrentados a la supervisión del FMI en la economía- lo proyectado por el organismo fue siempre menor –y en algunos años, negativo- respecto del real crecimiento del PBI.

Es decir, el FMI tiene el poder de injerencia en cuán confiable es la economía de un país como para que la comunidad financiera internacional juegue a favor o en contra de los intereses soberanos de los pueblos. Y, como suele suceder en cada una de sus intervenciones, premia o castiga según cuán bueno o no, es el alumno.

El ministerio de Hacienda y Finanzas recordó en un comunicado que «en el caso de nuestro país, el último Artículo IV tuvo lugar en el año 2006».

La elaboración de esa auditoría se interrumpió, tras la decisión del gobierno del ex-presidente Néstor Kirchner de cancelar en efectivo la deuda que mantenía Argentina con el FMI por casi 10.000 millones de dólares.

Los resultados de la auditoría sólo serán publicados a pedido del gobierno argentino, un punto sobre el cual la administración Macri aún no se ha pronunciado.

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